El fútbol y la política no tiene nada en común, pero muchas veces se miran de frente y hasta se juntan. Finalizada la Segunda Guerra Mundial, los países triunfadores anunciaron la paz, pero en realidad llegó una época de Guerra Fría. Surgieron cambios en el planeta y uno de ellos fue dividir un territorio en Alemania Federal y Democrática.
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Fue a la primera, que pertenecía al bloque de Occidente, a quien se le adjudicó la organización del Mundial 1974. Se le ubicó en el grupo A junto a su ‘hermana’ la socialista. Las otras dos selecciones que completaban la llave eran Australia y Chile.
Los partidos se fueron dando como se esperaba: el país organizador superó en su presentación a los chilenos por 1:0 y a los ‘Canguros’ por 2 goles, también a cero. Mientras la oriental superó 3:0 a los australianos e igualó 1:1 con los ‘Mapochos’.
Para cerrar la primera fase, ambos debían enfrentarse. El 22 de junio, en el estadio Volksparkstadion de Hamburgo, ante 60.000 espectadores, el mundo presenció lo increíble: Un país jugaba contra sí mismo. Los hijos del mismo cielo buscaban superarse unos a otros. Los alemanes contra los mismos alemanes.
En el equipo ‘germano’, que jugaba de local, estaban figuras de la talla de Sepp Maier, Franz Beckenbauer, Gerd Müller y un joven Paul Breitner.
Al frente no alineaban muchos nombres reconocidos a nivel mundial como su rival. El gobierno de esa ‘otra’ república teutona apostaba más por otros deportes antes que el balompié y la diferencia era notoria. Pero como este juego es impredecible, ocurrió la sorpresa: los ‘visitantes’, que un famoso muro no los dejaba cruzar con libertad al otro lado de su propia tierra, soportaron la presión del contrario y a los 77′ de juego, Jürgen Sparwaser marcó el único gol del encuentro, el que significó el tanto de la victoria.
Obviamente, los gobernantes aprovecharon ese triunfo para enarbolar las banderas del socialismo. Era la mejor propaganda para la política que habían instalado a la fuerza en ese suelo. El autor de la conquista fue tratado como un héroe nacional. Pero en el fondo lo estaban convirtiendo en una propaganda para beneficio de sus intereses. Se sabía que estaba afiliado al partido comunista de su ciudad y trascendió que incluso tuvo ofertas del Bayern Munich pero no las aceptó ni lucho para que lo dejen ir.
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En 1988 se jugó un partido entre veteranos de ambos ‘países’ y él aprovechó para fugarse, escapar a su propio país, viniendo de su mismo suelo. Un año después cayó el ‘Muro de Berlín’ y se terminó la división.
Hoy el mundo registra una sola Alemania, que ha ganado 4 Copas del Mundo y siempre es protagonista. Ya no hay divisiones.
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