‘Danit.. ¡¡digo Maritza!!’ Aún recuerdo cuando mi madre confundía mi nombre con el de mi hermana (Danitza). Al inicio me incomodaba y pensaba que no me quería lo suficiente. Con el tiempo me acostumbré y cuando sucedía simplemente decía: ‘Mamá, soy Maritza’.
Psicólogos y neurocientíficos de la universidad norteamericana Duke University realizaron un estudio sobre el tema y lo primero que descartaron fue que esto tenga que ver con la edad de la mamá (si es muy mayor), el favoritismo hacia uno de los hijos o el parecido físico entre ellos.
La conclusión a la que llegaron fue que el cerebro tiende a relacionar los nombres similares desde el punto de vista fonético. Por eso, es común confundir Genaro con Gerardo, Tomás con Marco, Carmen con Raquel, Danitza con Yelitza, Sara con Sandra... Nombres que comparten letras, o comienzan o terminan de la misma forma.
VÍNCULO
Otra razón es que formamos grupos de nombres según el vínculo. A menudo se intercambia un nombre que no tiene similitud fonética porque comparte vínculos similares con nosotros. Es decir, los hijos tienen un mismo vínculo con sus padres, de ahí que al pensar en ellos el cerebro nos juegue una mala pasada.
ESTRÉS
Además, la confusión se incrementa con el estrés, cansancio o por la rutina del día a día, pues el cerebro se ‘pierde’ en un momento en el que nuestros pensamientos van muy rápido, aunque enseguida reacciona y corrige el error. Por eso, si tu mamá confunde tu nombre, no te preocupes, el cerebro es el culpable.