Este Búho siguió con atención la conferencia del presidente Martín Vizcarra en el día 51 de la ‘cuarentena’ y notó claramente que quien estaba al frente era un hombre desgastado, jaqueado. No era para menos, los resultados no son los que se esperaban a estas alturas: 51 mil 189 contagiados y mil 444 fallecidos, con una ‘curva’ que está lejos de ‘aplanarse’ y la lista de víctimas mortales podría aumentar, ya que los hospitales han colapsado.
Por eso, cuando continuaba hablando sobre el número de camas que están ocupadas, la cifra de hospitalizados o de los que están en UCI, como si fuera un gran logro, me parece, francamente, una broma de mal gusto. Una tétrica ironía para las familias de los contagiados y muertos. Pero la cosa es peor, porque no solo es cuestión de camas, no hay pruebas moleculares, oxígeno y menos aún un respirador mecánico. Ni siquiera para ‘la primera línea de batalla’ que son los médicos, que están muriendo al igual que técnicas y enfermeras.
Ayer, Vizcarra por fin reconoció lo que ya era evidente y se negaba a aceptar: ‘Los resultados no han sido los que exactamente esperábamos’. Pero en vez de dar las razones y decir el por qué, nos salió con una ‘explicación’ que, como digo, es una burla a los muertos y a los que van a fallecer: ‘Pero si no hacíamos lo que hicimos, los muertos hubieran sido 85 mil’.
No trago ese consuelo, primero porque esta pesadilla no ha terminado y cuando se levante la cuarentena miles de suicidas querrán ‘vivir la vida loca’ sin protección, como antes, y las cifras fácil podrían quintuplicarse. Pero, obviamente, no podemos achacarle toda la responsabilidad al capitán del barco. Al capitán del ‘Titanic’ lo culparon del naufragio porque piloteaba una nave de estreno; en cambio el mandatario surcaba un mar infectado del maldito virus, con un sistema de Salud que se asemejaba a un barquito de ‘timón cambiado’ de la Segunda Guerra Mundial.
Todo le falló, sobre todo la ‘tropa’, la población a la que quiso proteger, pero que se hizo el ‘harakiri’ sola, por su irresponsabilidad, convirtiendo los mercados en la Sodoma y Gomorra del contagio. Con ese tipo de peruanos ni el más grande estadista nos salvaba.
UN SISTEMA ENFERMO: Fue un error pensar que podíamos enfrentar la pandemia con un sistema de Salud carcomido por años de olvido, desabastecimiento y corrupción. Pese a que empezamos con el pie derecho, pues nos adelantamos a las restricciones que se dieron en países vecinos, estos nos ‘atrasaron’ comprando en enero millones de mascarillas y pruebas moleculares, como Chile, que comprometió a las clínicas privadas -entregándoles dinero y pruebas- para que atendieran a toda su población con plata o sin ella.
Aquí no solo no compramos, sino compramos mal. Allí tenemos los respiradores mecánicos a los que les faltaban piezas. No solo condenábamos a los contagiados, sino al personal de Salud. De nada valía mostrar las bellas torres de Villa El Salvador si no se compraron desde marzo respiradores mecánicos y esperaban que los ‘armen’ universitarios y marinos. ¿Para cuándo? ¿Si la muerte no esperaba? Los hospitales colapsaron rápidamente porque el personal no tenía mascarillas ni elementos de protección adecuados.
Clínicas ‘ratas’ cobraban un platal por atención y EsSalud no hacía pruebas a los no asegurados que llegaban con síntomas. Fuera de la heroicidad del personal de Salud, lo demás fue improvisación, negligencia e indolencia que tuvo su punto culminante con la muerte de dos médicos en Loreto ¡¡por falta de dos balones de oxígeno!! Apago el televisor.