
Pedro Fiestas (33) no conoce la palabra rendirse. Durante la pandemia, abrió una bodega con productos de primera necesidad en Trujillo. Poco a poco, el negocio creció y, durante cuatro años, se convirtió en el principal sustento de su familia. Sin embargo, por motivos personales, tuvo que cerrarlo y mudarse a Lima para empezar de nuevo, esta vez lejos de su pareja e hija, y sin nada.
Llegó a la capital con la esperanza de volver a tener algo propio, pero el camino no fue fácil. Al darse cuenta de que solo tenía seis soles en el bolsillo, se dedicó a vender maní a los conductores de vehículos en la parada de los semáforos.
“Una señora, que sabía que no tenía trabajo, me prestó una bolsa de maní. No se la pagué porque no tenía plata, pero ella me dijo que se la pague después, y así empecé a hacerme de un capital”, recuerda con cariño.
Durante seis meses logró juntar una platita y un día, como si la vida tratara de decirle que ya era momento, un amigo le comentó que su mamá estaba alquilando un local amplio de madera en Ancón para un negocio. No lo pensó mucho y lo tomó en diciembre de 2024.
“La familia de mi amigo me ha ayudado bastante. Incluso no me cobraron al inicio: me dijeron que trabaje y pague al mes siguiente”, cuenta. No lo dice, pero se siente el agradecimiento en sus palabras.

TIKTOKER
Lo primero que compró fueron gaseosas, víveres, papel higiénico y snacks. A la par, Pedro Fiestas seguía creando contenido en su TikTok, donde contaba sus experiencias en la bodega y recomendaba cómo no caer en estafas.
En esa red social es conocido como ‘El chico de las alertas’ y su contenido atrajo a cientos de seguidores. Ahora también promueve la ayuda social a adultos mayores que venden en la calle y a niños en los hospitales.
De esta forma, él agradece a la vida por haberle dado la fuerza para superar los obstáculos y empezar de nuevo.










