Especialista explica por qué soltar lo que no nos hace bien es un acto de salud emocional. Foto:  composición/Istock
Especialista explica por qué soltar lo que no nos hace bien es un acto de salud emocional. Foto: composición/Istock

Soltar no es rendirse, es confiar en que lo que debe quedarse se quedará. Y lo que se va deja espacio para algo nuevo.

Nos enseñaron que soltar es perder, pero a veces es la forma más valiente de amar(se). Soltar una relación que duele, un proyecto que no avanza, una expectativa que aprieta… es un acto de amor propio.

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No se trata de olvidar ni de negar, sino de honrar lo vivido y elegir la paz. Soltar no es fracaso, es madurez. Y aunque duela, libera. Confiar en la vida, en los ciclos, en los aprendizajes. Porque cuando soltamos, algo dentro se acomoda, y esa ligereza se convierte en fuerza.

A veces, lo que sueltas te salva. Soltar también es reconocer que no todo está bajo nuestro control, que el cambio es inevitable y que resistirse solo alarga el sufrimiento.

Es abrir la puerta a nuevas oportunidades, personas y experiencias que, quizás, nunca hubieran llegado de seguir aferrados a lo que ya no nos hace bien. Lo que sueltas con amor, no se pierde: se transforma en libertad.

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