El Herpes Zóster, también conocido como “culebrilla” en algunos países, es una enfermedad silenciosa y sumamente dolorosa causada en la edad adulta por la reactivación del Virus Varicela Zóster, el mismo que causa la varicela, que usualmente se manifiesta en la niñez y que popularmente se conoce como “peste cristal” o “lechina”.
Después de que una persona padece o ha estado expuesta a la varicela, el virus permanece inactivo dentro de su cuerpo de por vida y a medida que se envejece, el sistema inmune se debilita de forma natural, lo que puede provocar que el virus se reactive y cause la enfermedad de Herpes Zóster.
Más del 95% de los adultos mayores de 50 años portan el virus de la varicela y potencialmente pueden contraer Herpes Zóster. El riesgo aumenta en caso de padecer otras dolencias que comprometan el sistema inmune o afecciones como cáncer, artritis reumatoidea, enfermedades cardiovasculares o pulmonares, entre otras. En caso de tener familiares que lo padecieron, también se incrementa el riesgo de desarrollarlo(4). Es importante informarse sobre el mismo, ya que, por desconocimiento, uno de los errores más comunes es creer que se trata de una enfermedad de transmisión sexual, como el herpes genital.
Cómo se manifiesta el Herpes Zóster
Los primeros síntomas generalmente son dolor, picazón, hormigueo, sensación de molestia o sensibilidad al tacto en las zonas afectadas, como el tórax, el abdomen o el rostro y puede ir acompañada de fiebre, malestar estomacal o dolor de cabeza.
Después de los primeros días, empieza la fase aguda de la enfermedad, en la que aparece la erupción cutánea, con ampollas acompañadas de un dolor agudo. Al cabo de unos 10 días aproximadamente, estas lesiones vesiculares se vuelven costras que, habitualmente, duran entre dos y cuatro semanas(5).
El dolor es uno de los síntomas más evidentes del Herpes Zóster. Puede ser persistente y de altísima intensidad y en ocasiones suele sentirse como descargas eléctricas. La erupción con ampollas generalmente aparece en un lado del cuerpo.
Según las escalas de dolor, en algunos casos el Herpes Zóster ha sido descrito como un dolor de mayor intensidad que el que experimenta una mujer durante el trabajo de parto. Otras personas lo han comparado con un shock eléctrico que impacta en el cuerpo, un dolor que quema, clavos atravesando la piel, un ardor desesperante o una puntada perforante.
“Estamos frente a un dolor neuropático, tan difícil de referir como de aliviar. Esto se debe a que el Virus Varicela Zóster está latente en los ganglios nerviosos sensoriales. Una vez que despierta, el virus sale dañando la raíz nerviosa, lo que provoca gran dolor, y migra a través del nervio hacia la piel, generando la aparición de sus lesiones características, las ampollas, que son la expresión cutánea de la infección de Herpes Zóster”, explica el Dr. español Javier Diez-Domingo, Jefe del Área de Investigación en Vacunas de FISABIO (Fundació per al Foment de la Investigació Sanitària i Biomèdica de la Comunitat Valenciana).
El dolor por Herpes Zóster puede alterar el sueño, el estado anímico, generar depresión, irritabilidad, retraimiento. Repercute negativamente en el estilo de vida de la persona, alterando su trabajo, sus planes diarios, sus citas y el tiempo con su familia y amigos.
El Herpes Zóster puede consumir la vida de quienes lo sufren por semanas, incluso meses o años. No es casual que, en noruego, el Herpes Zóster reciba el nombre de helvetesild, que quiere decir “fuego del infierno”. En alemán, mientras tanto, se lo llama güntelrose, “cinturón de rosas”, con justificado motivo: el dolor puede sentirse como espinas retorciéndose en la piel. Para tratar y prevenir el Herpes Zóster, consulte a su médico.
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