Fobias. Si eres de las personas que no puede asomarse por un balcón o ventana de gran altura, tiene miedo a subir a un ascensor panorámico, estar en un mirador elevado o al borde de un precipicio o caminar sobre un puente, probablemente tengas acrofobia.
Este tipo de fobia no solamente se presenta cuando alguien se encuentra en situaciones concretas como estar a varios pisos de altura, sino también si se imagina que él u otra persona que conoce puede estar en un hecho similar, provocándole un nivel de ansiedad que no puede reprimir y que suele resultar en un ataque de pánico.
Es el miedo extremo a las alturas y que es imposible de controlar. Quien la padece muestra una actitud irracional dañando su calidad de vida; por ello, prefiere evitar locaciones como entornos montañosos naturales, pero ésta también puede presentarse en ascensores con paredes transparentes, azoteas, edificios de gran altura, escaleras empinadas, puentes, balcones, entre otros.
Incluso, a veces el sólo hecho de imaginarse situaciones en las que hay un precipicio cerca, aparece la sensación de un intenso malestar. La acrofobia tiene su origen en los términos griegos akra (traducido al español como “altura”) y fobia (entendido como “temor”).
1. Experiencias traumáticas. Haber tenido algún tipo de percance con las alturas hace que la persona sienta miedo cuando considera que podría volver a suceder ese hecho traumático que la dejó marcada.
2. Autosugestión. Los acrofóbicos tienden a pensar que si se asoman a un balcón acabarán estrellándose contra el suelo; es decir, desarrollan su miedo a base de darle vueltas constantemente a esa idea y siempre piensan en el peligro.
3. Cuadros de vértigo. Debido a que el vértigo es una disfunción en el sistema del equilibrio que produce mareos o de desmayos, si alguien presenta este problema, podría desarrollar la acrofobia.
4. Instinto. El temor de que suframos algún accidente a causa de una caída de gran altura, hace que muchas personas formen un instinto de supervivencia.
5. Locomoción. Según un estudio publicado en la revista Psychological Science, la acrofobia depende de la visión periférica que tenemos cuando nos movemos.
6. Hereditario. Algunos especialistas aseguran que es un trastorno hereditario, aunque otros señalan que los padres contagian el temor a sus hijos con su conducta.
1. Conductas de evitación. Las personas que padecen esta fobia huyen de estímulos que provocan una respuesta de miedo.
2. Renunciar a actividades habituales. Descartan por completo salir a disfrutar de un paseo o día de diversión con la familia y amigos si éste implica ir a miradores, subirse a juegos mecánicos, entre otros.
3. Problemas a nivel laboral. Aunque para muchos es natural que una de las oficinas donde trabaja se encuentre en un piso elevado, los acrofóbicos desarrollan este miedo desde antes de usar el ascensor. Esto provoca que su rendimiento disminuya y finalmente renuncie.
4. Descenso en la calidad de vida. El temor a las alturas tiene efectos negativos sobre el autocontrol de las personas. Debido a que esta fobia no puede ser controlada, le resulta frustrante.
- Agitación y tensión muscular.
- Ansiedad.
- Pánico.
- Pérdida de control.
- Taquicardia.
- Dolor de cabeza.
Técnicas cognitivas. Consiste en explicar a la persona que sus problemas de miedo y ansiedad han crecido de forma descontrolada porque le ha dado demasiada importancia a esta fobia. El especialista le recomienda no estar pensando demasiado y continuamente en ella.
Relajación. Para que un acrofóbico controle su pánico a las alturas debe utilizar el método de la “habituación”, que consiste en presentar al paciente diferentes técnicas de relajación que lo ayuden a hacer frente a las situaciones de gran estrés.
Exposición a la altura. Implica enfrentarse a sus miedos de forma gradual, estableciendo objetivos simples y a corto plazo. Para ello, debe contar con la supervisión y la dirección de un profesional.
Realidad virtual. Una nueva terapia psicológica automatizada basada en un programa de realidad virtual podría ayudar a reducir el miedo a las alturas de las personas diagnosticadas clínicamente con acrofobia, según una publicación el año pasado de la revista científica The Lancet Psychiatry.