No es infrecuente tener en casa, y al alcance de los niños, frascos de lejía, kerosene, veneno para insectos y para ratas, así como medicamentos de la abuelita.
Los niños menores de cinco años son muy curiosos. Todo les gusta probar, mientras que en los niños grandes, mayores de diez años, la ingesta de sustancias prohibidas se da con otras intenciones.
Son esenciales la comunicación, la vigilancia de nuestros hijos, darles tiempo y hacerles sentir que son muy importantes para nosotros.
La prevención es vital.
Al mismo tiempo debemos tener todos los frascos bien guardados.
Las consecuencias de nuestro descuido pueden traer convulsiones, dificultad para respirar, vómitos frecuentes y deshidratación en los niños que tomen estas sustancias.
No olvidarnos que nosotros, los padres, somos responsables por negligencia al permitir que los pequeños de la casa ingieran estas sustancias.
Evitemos este sufrimiento en nuestra familia.