Muchos son reacios a admitir sus fallos porque no quieren ser percibidos como incompetentes, perder el trabajo o afectar su imagen. Foto: Istock
Muchos son reacios a admitir sus fallos porque no quieren ser percibidos como incompetentes, perder el trabajo o afectar su imagen. Foto: Istock

Lo primero que debes saber es que no eres la única persona en el mundo que comete errores. Todos tenemos fallas, altibajos y fracasos, pero eso no es malo. Lo malo sería repetirlos una y otra vez cuando ya conocemos las consecuencias y el daño que nos hacemos a nosotros mismos.

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Pero ¿sabes qué es lo grandioso de los errores? Cuando te haces responsable de ellos. Cuando los asumes y tienes la libertad de poder decir ‘la fregué’, ‘cometí un error terrible’, hacerte cargo y seguir adelante.

No se trata de darle vueltas al asunto y atormentarte por lo que hiciste, pudiste o dejaste de hacer, sino de cómo lo enfrentas y manejas. Y es que poner remedio a una mala situación proporciona enormes beneficios a nuestra salud física y mental.

Muchos son reacios a admitir sus fallos porque no quieren ser percibidos como incompetentes, perder el trabajo o afectar su imagen. Foto: Freepick
Muchos son reacios a admitir sus fallos porque no quieren ser percibidos como incompetentes, perder el trabajo o afectar su imagen. Foto: Freepick

Expertos en psicología social señalan que a los errores hay que mirarlos como una oportunidad de aprendizaje. Esto implica reflexionar, emplear la autocrítica para saber qué salió mal sin flagelarse, y después, usar esas lecciones para modificar algunas actitudes y abordar los problemas de una forma distinta en el futuro. Recuerda que quienes aprenden de los fracasos, crecen como personas.

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