Hay padres cariñosos que en su deseo de expresarle amor a sus hijos dejan de llamarlos por sus nombres de pila y se ingenian sobrenombres cariñosos como “mi chanchito”, “mi cabezón”, “mi flaquis”, “mi frentoncita”, apodos que no tienen ninguna intención negativa y por el contrario son citados en momentos tiernos o de engreimiento. Pero, ¿usar sobrenombres con los hijos no da pie a que otras personas también los hagan y esto termine afectando su autoestima? Le consultamos a una especialista.
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Si es de los padres que usa sobrenombres cariñosos con sus hijos, sepa que hacerlo no está mal, mientras que no le incomode al menor. “Durante la pre infancia y la infancia, los niños no rechazan que sus papás o familiares los llamen con sobrenombres, siempre que sea con afecto, pero es muy común que en la adolescencia se incomoden que los llamen así, y pueden pedir que solo lo llamen por su nombre o que el sobrenombre solo sea utilizado en privado”, señala la psicóloga infantil Zoraida Centeno.
En este punto, la especialista dice que es mejor respetar el pedido del adolescente, no solo porque lo que se le dirá con amor ya no será recibido de la misma manera, sino porque también así se refuerza su derecho de expresar lo que le disgusta, en este caso que le atribuyan un sobrenombre.
Entorno escolar
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Es cuando aumentan los apodos, buylling, que generalmente se relacionan con alguna característica física como ser el más gordito, el más bajo, usar lentes, etc. “En estos casos resulta perjudicial etiquetar a los niños con sobrenombres, porque en su mayoría son peyorativos, alusivos a algún defecto personal o físico”, señala la psicóloga. Otra vez, los padres juegan un papel fundamental porque deberán estar atentos a las reacciones del niño y actuar fortaleciendo la autoestima de su hijo. Enséñale a tu hijo a defenderse y rechazar los apodos de la escuela, pero sin generar más violencia. Muchas veces estos persisten porque se quedan callados.
Para la especialista, ayuda mucho si se les enseña a los niños, desde muy chicos, a convivir con lo diferente y a respetar a los demás. “No hay que dejar de explicarles que no todos los chicos entienden qué es el respeto, por eso ponen apodos para burlarse de los demás, sin considerar que eso puede hacer sentir mal a la otra persona. Lo que está muy mal”, explica Centeno.
Es frecuente que el niño, a causa de los apodos, sienta que es inferior y comience con cambios de conducta, como estar más irritable, retraído o depresivo. Cuando los padres o educadores sientan que el niño está sufriendo por sobrenombres de sus compañeros, deben pedir ayuda profesional.
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