La familia, el lugar donde el alma aprende a amar. Lee la columna de la psicóloga Juliana Sequera. Foto: Istock.
La familia, el lugar donde el alma aprende a amar. Lee la columna de la psicóloga Juliana Sequera. Foto: Istock.

La familia no siempre es el lugar donde nacimos, a veces es el lugar donde nos encontramos.

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Más allá de la sangre, familia es quien te escucha cuando te rompes, quien celebra tus logros sin competir, quien te sostiene cuando el mundo se cae.

En tiempos de estrés, la familia puede ser refugio o tormenta. Por eso, es tan importante construir vínculos conscientes: con respeto, escucha y límites sanos.

Una familia emocionalmente segura no es perfecta, pero es real.

A la familia no la une los lazos de sangre, sino el amor y la comprensión. Foto: Istock.
A la familia no la une los lazos de sangre, sino el amor y la comprensión. Foto: Istock.

Se pide perdón, se vuelve a intentar, se cuida el uno al otro. Y si no la tuvimos, aún podemos crearla: con amigos, comunidad o pareja.

Porque la familia también se elige. Y en esa elección está la posibilidad de sanar.

A veces sanar la familia es sanar nuestra propia historia. Es decidir conscientemente qué queremos repetir… y qué no.

El gran valor de toda familia está en su capacidad de formar hogares que protegen a sus integrantes.

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