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Unas prótesis impresas en 3D, de bajo precio y fabricadas en Paraguay, permiten a sus usuarios recuperar las funciones básicas que tenían antes de la amputación y marcarse nuevos retos, gracias a una adaptabilidad que les capacita para tocar instrumentos como el violín.

Elías Benítez perdió su mano derecha con una sierra de carpintero en mayo de 2014 y nunca pensó que más de dos años después estaría tomando clases de violín para afinar las notas y manejar con su prótesis el arco del instrumento.

Fernando Vallese y Eric Dijkhuis, fundadores y directores de Po Paraguay, la organización sin fines de lucro que fabrica las prótesis, decidieron adaptar su modelo básico cuando un día Benítez llegó con la guitarra que tocaba años antes de su accidente y con la intención de volver a sacar sonidos de ella.

"Con Elías surgió el primer prototipo, que ni siquiera pensábamos que iba a ser lo que hoy día es Po. Él vino acá con su guitarra (...) y se hizo como una púa de guitarra exclusivamente para él y cuando empezó a tocar fue algo increíble", rememoró Vallese.

Tras la guitarra, vino el violín, otro reto más para Po Paraguay, que adaptó de nuevo la prótesis de Benítez, de una púa, a otra para la sujeción para el arco del instrumento.

Desde entonces Po Paraguay se concentra en desarrollar prótesis adaptables que puedan personalizarse tanto en lo estético como en lo práctico a las necesidades del día a día de cada usuario.

Esa relación directa genera un proceso de prueba y error que los miembros del proyecto Po Paraguay utilizan para evolucionar el modelo y mejorarlo en función de las distintas peticiones.

"Es un polímero de plástico a prueba de agua, de arena, de barro, a prueba de niños y adultos, de lo que vos quieras hacer. Es muy fácil de arreglar", dijo Dijkhuis.

La prótesis, cuyo modelo estándar cuesta menos de 200 dólares, se imprime en 48 horas y se ensambla en una semana, lo que permite a los usuarios disponer de ello en cuestión de días, o repararlo rápidamente en caso de que se estropee.

Dijkhuis añadió que, si bien a Benítez le ha ayudado a llegar a tocar el violín, a otros usuarios les ha permitido cepillarse los dientes o trabajar en el campo.

Recuerda que incluso hubo un chico que logró volver a ser portero de fútbol tras romper varios modelos que fueron adaptándose para obtener mayor resistencia.

Es el caso de Benítez, quien por ahora toca el violín, pero ya está pensando en cómo adaptar la prótesis para comenzar con la batería o jugar con el mando de Play Station.

Él es, de los cerca de 90 usuarios de prótesis Po, uno de los más implicados en la evolución del modelo estándar y básico, el que empezó a utilizar en un comienzo, que aunque no le permitía tocar el violín, le ofreció la ayuda anímica que necesitaba.  "Son cosas que cuando te suceden te cohíben mucho y que sabes lo que la gente está pensando exactamente cuando sales a la calle. Son cosas que te trabajan y no te dan ganas de salir, pero al tener esto (la prótesis) te da un poquito más de seguridad", afirmó.

En ese sentido, Benítez explicó que una vez que se recupera el aspecto anímico, las posibilidades de la prótesis Po son tantas como uno quiera imaginar.
"Cada persona (usuarios de estas prótesis) puede llegar a hacer algo, si se propone yo pienso que le va a salir. Todo es cuestión de proponérselo y encontrar la herramienta que le va a servir para lo que quiere hacer", señaló.

Benítez consideró que el límite en las posibilidades de la prótesis depende únicamente "del sueño de cada uno" y que es cuestión de predisposición e ideas el seguir innovando.

"Naturalmente no cumple todo (las funciones) de la mano real. Para mí nunca va a ser suficiente, para cualquier usuario nunca va a ser suficiente, pero ya es algo. Pienso que con el tiempo va a seguir avanzando esto y vamos a ir logrando más cosas", afirmó Benítez.

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