Las preocupaciones forman parte de nuestra vida diaria y, en ocasiones, pueden alertarnos de algo. Por ejemplo, si tenemos un mareo, vamos al médico para saber qué nos está afectando. Sin embargo, estar pensando todo el día en un problema específico sin darle una solución puede generarnos ansiedad, angustia, frustración y mucho estrés, señala la coach emocional Angie Palomino.
Además -agrega la especialista- puede provocarnos sudoración excesiva, cansancio y desgano. Pero la cosa no queda ahí, también puede hacer que nuestro cuerpo se queje a través de los dolores de cabeza y estómago, y las contracturas en hombros y cuello, pues estudios señalan que las preocupaciones constantes pueden debilitar las defensas del organismo, permitiendo que cualquier mal ataque con facilidad.
QUÉ HACER
1. Identifica el problema. Pregúntate por qué te ‘roba’ el sueño y si está en tus manos la solución.
2. Elabora un plan de acción. No solo pienses qué hacer, actúa. Por ejemplo, si te preocupa tu peso, inscríbete en un gimnasio o practica deporte por tu cuenta. La idea es que ‘tomes al toro por las astas’.
3. Sé constante y disciplinado. Puede ser difícil, pero no imposible. ¡Vamos! ¡Tú puedes hacerlo! Deja esa mochila llena de preocupaciones y libérate
SABÍAS QUE...
Olvídate de los problemas que tengas y disfruta al máximo el tiempo que pasas con tus amigos y familiares.
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