Un buen día escuché a un chico responder bruscamente a su padre diciéndole: ¡no te metas en mi vida! Qué injustos podemos ser a veces como diciendo estas cosas tan duras.

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Mi respuesta a ese chico hubiera sido la siguiente: ¡Hijo, espera un momento, yo no me meto en tu vida, eres tú el que se ha metido a la mía!

Hace muchos años, gracias a Dios llegaste a nuestras vidas, ocupaste todo nuestro tiempo. Aun antes de nacer, mamá se sentía mal, no podía comer, todo lo que comía lo devolvía y tenía que guardar reposo. Yo tuve que repartirme entre el trabajo y las cosas de la casa para ayudarla.

Los últimos meses antes de que llegaras, mamá no dormía y no dejaba dormir. Utilizamos nuestro dinero guardado para una buena clínica, un buen médico y la mejor atención para que nacieras bien; una buena cuna y todo un guardarropa y así tuvieras siempre lo mejor.

¿No te metas en mi vida?...

El día que naciste, desde la primera noche no dormimos. Cada tres horas como si fueras alarma de reloj nos despertabas para que te diéramos de comer, otras te sentías mal y llorabas y llorabas, sin que nosotros supiéramos qué hacer, pues no sabíamos qué te sucedía y hasta llorábamos contigo.

Hija cansada de los sermones de papá. Foto: ¡Stock.
Hija cansada de los sermones de papá. Foto: ¡Stock.

¿No te metas en mi vida?...

Empezaste a caminar, yo no sé cuándo he tenido que estar más detrás de ti, si cuando empezaste a caminar o cuando creíste que ya sabías. Ya no podía sentarme tranquilo a leer mi periódico o a ver el partido de mi equipo favorito, porque tenía que salir detrás de ti para evitar que te lastimaras…

¿No te metas en mi vida?...

Todavía recuerdo el primer día de clases, cuando tuve que llamar al trabajo y decir que no podía ir, ya que tú en la puerta del colegio no me querías soltar, llorabas y me pedías que no me fuera; tuve que entrar contigo a la escuela, para que fueras tomando confianza; a los pocos días no solo ya no me pedías que no me fuera, hasta olvidabas despedirte cuando bajabas del auto corriendo para encantarte con tus amiguitos.

¿No te metas en mi vida?...

Seguiste creciendo, ya no querías que te lleváramos a las reuniones, nos pedías que te dejáramos una calle antes y pasáramos por ti una calle después porque eso da “roche”. No podíamos hacer comentarios de tus amigos sin que te volvieras contra nosotros, como si los conocieras a ellos de toda la vida y nosotros fuéramos unos perfectos desconocidos para ti.

¿No te metas en mi vida?...

Cada vez sé menos de ti, ya casi no quieres hablar conmigo y todo lo que yo hago esta mal, o es razón para que te burles de mí, pregunto: ¿con esos defectos, cómo te he podido dar lo que hasta ahora tienes?

Mamá se la pasa en vela y de paso no me deja dormir diciéndome que no has llegado y que es de madrugada, que tu celular está desconectado y que son las 3 de la mañana y no llegas.

Buena relación: Foto: ¡Stock.
Buena relación: Foto: ¡Stock.

¿No te metas en mi vida?...

Ya casi no hablamos, no me cuentas tus cosas, te aburre hablar con viejos que no entienden el mundo de hoy. Ahora solo me buscas cuando hay algo que pagar o necesitas dinero para la universidad, o salir; o peor aún, te busco yo, cuando tengo que llamarte la atención…

¿No te metas en mi vida?....

Estoy seguro que ante estas palabras podemos responder juntos. Hijo, yo no me meto en tu vida, eres tú el que te has metido en la mía, y te aseguro que desde el primer día, hasta hoy, no me arrepiento de que te hayas metido en ella y la hayas cambiado para siempre. Mientras esté vivo me meteré en tu vida, así como tú te metiste en la mía para ayudarte, para formarte, para amarte y para hacer de ti un hombre de bien.

Solo los padres que saben meterse en la vida de los hijos logran hacer de estos hombres y mujeres que triunfen y sean capaces de amar.

Papás ¡¡¡muchas gracias!!! por meterse en las vidas de sus hijos. ¡Ah! más bien, por haber dejado que sus hijos se metan en las suyas.

Dr. Gerardo Bouroncle Mc. Evoy

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