Durante las celebraciones de Navidad en Perú nunca pueden faltar el árbol. Muchos familiares se reúnen al rededor de este durante la Nochebuena, pero muy pocos saben la historia de esa pieza infaltables el 24 y el 25 de diciembre.
El uso del árbol de Navidad se remonta a la edad media durante el siglo VIII cuando el sacerdote Bonifacio fue enviado por el Papa para evangelizar a pueblos germanos de costumbres paganas. A su llegada a una aldea, el misionero y sus compañeros impidieron que se sacrificará un niño en la base de un roble que se consideraba sagrado como parte de las celebraciones por el solsticio de invierno.
Para acabar con esta tradición, Bonifacio derribó un árbol y señaló un pequeño abeto y dijo: “Este pequeño árbol, este pequeño hijo del bosque, será su árbol santo esta noche. Esta es la madera de la paz, es el signo de una vida sin fin, porque sus hojas son siempre verdes. Hay que llamarlo el árbol del Niño Jesús; reúnanse junto a él, no en el bosque salvaje, sino en sus hogares; allí habrá refugio y no habrán actos sangrientos, sino regalos amorosos y ritos de bondad”.
De este modo, Bonifacio estableció una nueva tradición que fue la reunirse en torno a un árbol para celebrar el nacimiento de Cristo. Estos se adornaron con velas como simbolismo de la luz de Jesucristo como luz del mundo. El uso de manzanas fue para representar el pecado original y las tentaciones.
Después de un tiempo se empezó a emplear luces en lugar de velas y esferas en lugar de manzanas. Estas últimas simbolizan los dones de Dios a los hombres y las luces significan la luz de Cristo. El árbol es el símbolo de la vida.
Patricia Lasca, profesora de historia, escribió este artículo para el diario El Clarín. Puedes leerlo completo aquí.
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