Pintura está sobre un muro y se le han añadido figuras. Foto: difusión
Pintura está sobre un muro y se le han añadido figuras. Foto: difusión

La imagen del Señor de los Milagros, a la que los católicos expresan su devoción, fue pintada a mediados del siglo XVII en el barrio de Pachacamilla, en el Centro Histórico de Lima.

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Ese mural, protegido hasta hoy en el Santuario de las Nazarenas, es obra del esclavo angoleño Pedro Dalcón, también llamado Benito, refiere el historiador Raúl Porras Barnechea.

Eran tiempos en que los esclavos africanos, luego de trabajar, se juntaban en cofradías o asociaciones. Una de ellas, de angoleños, encargó a Pedro Dalcón —pintor de brocha gorda, según el historiador Rubén Vargas Ugarte— que pintara en el lugar donde ellos se reunían la imagen del Cristo crucificado.

Sobre un muro de adobe, el esclavo pintó la figura descarnada del Cristo muerto en la cruz, con el Sol y la Luna a los lados.

Las figuras de la Virgen y de San Juan se añadieron más tarde y en 1671, por orden del Conde de Lemos, se sumaron las del Eterno Padre y el Espíritu Santo en lo más alto. La imagen del Señor quedó sin retoques y solo se reparó uno de los pies, raspado cuando se intentó borrar la imagen.

Tras el terremoto de 1687, el español Sebastián de Antuñano —devoto y protector del culto al Cristo Moreno— ordenó elaborar un lienzo con la réplica de la imagen original que desde entonces sale en procesión por las calles de Lima.

DATITO:

A pedido del párroco José Laureano de Mena, quien le dijo que la veneración popular al Cristo de Pachacamilla era indecente, el virrey Pedro Antonio Fernández de Castro, más conocido como el Conde de Lemos, ordenó borrar la imagen del Señor de los Milagros. Por una fuerza sobrenatural, que se atribuyó a un milagro, los pintores enviados no pudieron borrarla y el virrey autorizó oficialmente el culto y que se construya una ermita en el lugar.

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