
La grandeza del Imperio incaico, que entre los siglos XI y XVI dominó extensas áreas de nuestro continente, no solo radicó en su poderío militar, su organización y la buena administración de los cuatros suyos o áreas en que se dividía su territorio (Collasuyo, Antisuyo, Chinchaysuyo y Contisuyo). La grandeza del Imperio incaico, capaz de cubrir las necesidades materiales de su población, radicó sobre todo en los preceptos morales que le dieron cohesión a una sociedad ordenada y orientada en valores.
Esos preceptos morales del Imperio incaico se sintetizaron en tres principios que hasta hoy admiramos por su sencillez y su extraordinario valor: ama sua (no seas ladrón), ama llulla (no seas mentiroso) y ama quella (no seas flojo).
Los tres preceptos son hoy, para la Organización de las Naciones Unidas (ONU), los valores para una gestión pública transparente y eficiente.
“La clave de su grandeza fueron estos preceptos morales: ama sua, no seas ladrón; ama quella, no seas ocioso, y ama llulla, no seas mentiroso. Ser honestos, ser trabajadores, ser veraces. Sobre esas bases se forjó el gran Imperio del Tahuantinsuyo”, escribe sobre el incanato el reconocido escritor peruano Danilo Sánchez Lihón al relatar la ‘leyenda fundacional de la civilización incaica’.

DATITO:
Junto a las tres ordenanzas principales, había otras normas de mucha importancia en el imperio: ama map (sé honesto), ama khelly (sé limpio), ama opa (sé vivaz), ama llunkhu (sé digno), ama sipiq (respeta la vida) y ama maqlla (sé dadivoso). Según los cronistas, además del trabajo, los incas enseñaban 3 principales valores a la sociedad: el yachay (el saber), el munay (el amor) y el llank’ay (el trabajo).










