
El Ejército Unido Libertador del Perú, al mando del general Antonio José de Sucre (con soldados de la Gran Colombia, Perú, Chile y Buenos Aires), venció en la Pampa de la Quinua (Ayacucho) al Ejército Real del Perú (con soldados españoles y sus colonias, sobre todo peruanos), comandadas por el virrey José de la Serna y el general José de Canterac.
Tras la derrota realista, los jefes de ambos ejércitos se dirigieron al pueblo de Quinua para acordar la paz que reconocía la independencia del Perú.
La Capitulación de Ayacucho, firmada por Sucre y Canterac, establecía entre otras las siguientes cláusulas:
LIBRE: Perú era un país independiente y se le entregaban las guarniciones españolas en Cusco y Arequipa.

DEUDA: El nuevo Estado peruano reconocería una deuda a determinarse por los gastos de las guerras de independencia.
PROPIEDAD: Se garantizó la propiedad privada de los españoles en el Perú y los oficiales conservarían sus espadas, uniformes, asistentes y criados, pero sujetándose a las leyes peruanas.
ELECCIÓN: Los soldados españoles elegirían entre volver a su patria o quedarse en el Perú, y Perú cubriría la mitad de sus sueldos hasta su partida y sus pasajes.

DATITO
Tras la Capitulación de Ayacucho, algunos españoles siguieron luchando con sus tropas. Pedro Antonio Olañeta resistió en el Alto Perú (hoy Bolivia) hasta su muerte el 2 de abril de 1825, tras ser herido en el combate de Tumusla. El brigadier José Ramón Rodil se atrincheró en la fortaleza del Real Felipe, en el Callao, hasta el 22 de enero de 1826, al rendirse porque la ayuda que pidió de España nunca llegó.










