
Victorioso como general romano al conquistar las Galias (hoy Francia), el cónsul Julio César cambió la historia de Roma y con ello la del mundo cuando pronunció la frase ‘Alea iacta est’ (la suerte está echada) y cruzó con sus tropas el río Rubicón, en el norte de Italia.
Tres palabras, lanzadas junto a sus tropas en la noche del 11 al 12 de enero del año 49 a.C., marcaron el inicio de una guerra civil que debilitó a la república y llevó, años después, ya sin Julio César, al inicio del Imperio Romano.
Cruzar con un ejército el Rubicón, la frontera entre la provincia de la Galia Cisalpina (bajo el mando de Julio César) e Italia (al mando del Senado), era un acto de guerra y una traición. Y Julio César lo hizo para avanzar sobre Roma con su XIII Legión, porque lo esperaban para impedir que se renueve su consulado.

Al decir que la suerte estaba echada, advertía que no era posible volver atrás. Desobedecer a la autoridad civil lo colocaba fuera de la ley y en guerra con el Senado, en el que radicaba el poder entonces.
Cruzar el Rubicón había cambiado todo y el destino, en que creían los romanos, estaba decidido: la guerra entre las tropas de Julio César y de Pompeyo, quien tenía apoyo del Senado, acabó con la victoria del primero y su investidura como único dictador.

DATITO
Temerosos del inmenso poder y popularidad de Julio César y de que se proclame rey, un complot de senadores republicanos, en la sede el Senado, el 15 de marzo de 44 a.C., acabó de 23 puñaladas con la vida del dictador. Esto desató una guerra civil con el triunfo de Octavio, quien se cambió el nombre a César Augusto y se convirtió en el primer emperador de Roma. Desde ahí a todos los emperadores se les llamaba ‘César’.










