La principios de la colonia solo había dos Virreinatos en América: el de México o Nueva España y el del Perú. En el siglo XVIII se crearon dos virreinatos más en América del Sur: el de Nueva Granada y el de Río de la Plata.
El virrey tenía atribuciones políticas, judiciales, militares, económicas y religiosas. Le debían obediencia todos los funcionarios de los territorios que gobernaba. Les correspondía ‘todo lo que el rey hiciere, en caso de estar presente’.
Cuarenta fueron los virreyes que gobernaron al Perú desde que se creó el virreinato, y desde que en 1544 Blasco Núñez Vela asumiera tan alto cargo, hasta el 9 de diciembre de 1824, en que el último de ellos, don José de la Serna fue vencido en la Batalla de Ayacucho por el jefe de los ejércitos independientes general don Antonio José de Sucre.
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Dos de los más importantes, según los historiadores son. Andrés Hurtado de Mendoza (1556-1561). El tercer virrey del Perú pacificó el virreinato e impuso respeto a la autoridad. Para ello mandó a ejecutar a los sujetos más peligrosos y a los que no lo eran, los deportó a España o Chile. Impulsó la agricultura. En su época se cosechó por primera vez el trigo.
Otro virrey fue Francisco de Toledo, quinto virrey del Perú. Reglamentó la vida en las ciudades, cabildos, impuestos, administración de justicia, etc. Reorganizó la Universidad Mayor de San Marcos. Dos obras negativas: la cruel ejecución de Túpac Amaru I y el establecimiento de la mita, despiadado trabajo obligatorio de los indios en las minas.
Entre los virreyes notables está Manuel Amat y Juniet (1761-1776), 31º virrey. Nombró 41 alcaldes de barrio, estableció el cuerpo de policía y el alumbrado público. Construyó el Paseo de Aguas. También escandalizó a la sociedad con sus amoríos con Micaela Villegas, ‘La Perricholi’.
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