
Tu gran corazón te ha hecho una mujer empática. Muchas veces das prioridad al bienestar de los demás por encima del tuyo, y eso te ha jugado en contra.
Muchas veces creemos que nuestras mascotas solo sienten alegría, hambre o sueño. Pero la realidad es mucho más compleja. Los animales también experimentan tristeza, angustia y, sí, depresión. Lo hacen en silencio, sin palabras, pero con señales claras para quien se atreve a mirar con atención.
Un cambio brusco en su rutina, la pérdida de un compañero, el abandono, la soledad o incluso la falta de estímulo pueden afectar profundamente su estado emocional. Dejan de comer, se aíslan, pierden interés por jugar o duermen más de lo normal. A veces, simplemente se apagan poco a poco. Y lo más duro es que muchas personas no lo notan… o no lo creen posible.

Hablar de salud mental animal no es exagerar. Es evolucionar en la forma en que nos vinculamos con ellos. Si queremos una relación real y respetuosa con nuestras mascotas, tenemos que aceptar que no son objetos ni adornos. Son seres sensibles, con emociones.
Cuidarlos también significa acompañarlos mocionalmente, darles presencia, amor, tiempo y contención. Porque su bienestar mental importa tanto como el físico. Y porque ellos, cuando nosotros sufrimos, nunca se alejan. Aprendamos a hacer lo mismo por ellos.










