La primera expedición rumbo a la conquista del Perú partió de Panamá en setiembre de 1524, pero resultó un completo desastre para los 80 hombres y 40 caballos que la integraban.
Hubo que esperar otros dos años, durante el segundo viaje de Francisco Pizarro, al mando de 160 hombres, para que tomaran contacto con los nativos del Perú.
La expedición se reunió en Atacames, pero como las condiciones del viaje eran cada vez más duras, Pizarro mandó a Almagro de vuelta a Panamá para pedir refuerzos al gobernador Pedro de los Ríos antes de iniciar la incursión final, mientras él esperaba en la Isla del Gallo. Sin embargo, no solo le negó los refuerzos sino también le ordenó que regresaran de inmediato.
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Pizarro no estaba dispuesto a renunciar a sus sueños de gloria y riqueza. Por eso, en gesto heroico y trazando una raya en la arena exclamó: “Por aquí- señalando el norte, se va a Panamá, a la pobreza y la vergüenza, por allá -agregó señalando el sur- se va al Perú, a ser ricos y a llevar la religión verdadera del verdadero Dios. Ahora, escoja el que sea buen castellano lo que mejor le estuviese” (...). ‘Sobre la espada de Pizarro, doce espadas más cayeron, formando dos cruces en una sola’. (Raúl Porras Barrenechea).
Solo 13 de los 112 hombres decidieron ser ricos y pasar a la historia. Ellos fueron: Cristóbal de Peralta, Nicolás de Rivera y Laredo (primer alcalde ordinario del Cabildo de Lima), Domingo de Soraluce, Francisco de Cuéllar, Pedro de Candia, Alonso de Molina, Pedro de Alcón, García de Jarén, Antonio de Carrión, Alonso Briceño, Martín de Paz, Juan de la Torre y Francisco Rodríguez de Villafuerte.
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