El Jueves Santo es importante para los cristianos, porque se recuerda la Última Cena, el lavado de pies, la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, así como la oración de Jesús en el Huerto de Getsemaní, tras la cual se produce su arresto por soldados romanos para llevarlo a ser juzgado por un tribunal judío.
Convocados los doce apóstoles para la cena pascual con el Mesías, este instituyó la Eucaristía, el sacramento del Cuerpo y la Sangre de Cristo representados por el pan y el vino consagrados, respectivamente. Por el gran amor que tiene a la humanidad, Jesús confirmó que se quedaba con nosotros en la Eucaristía para llegar a la salvación.
También nos comprometió a servir a nuestros hermanos y encomendó a sus discípulos a llevar su palabra, lo que se ve como la institución del sacerdocio cristiano. Confirmó que sería entregado y dejó en claro que Judas sería el traidor.
Tras la llamada Última Cena, previa a la crucifixión de Jesús un día después, el Hijo de Dios lavó los pies a sus discípulos para enseñarnos a servir con humildad y amor a los demás.
Jesús, quien también era hombre, oró en el Huerto de Getsemaní, donde expresó su miedo, su angustia frente a la muerte, el pesar por ser traicionado y la soledad en su sacrificio, pero también su compromiso por cumplir la voluntad de Dios Padre y su confianza en Él (San Marcos 14, 32-42).
En el Jueves Santo, Jesús enseña a las futuras generaciones qué es el valor, la obediencia y la humildad.