Una explicación exigen dos palabras utilizadas al informarse sobre la muerte de los cinco ocupantes de la nave Titán, que colapsó al descender en aguas de Canadá para explorar los restos del transatlántico Titanic, a 3 mil 800 metros bajo el nivel del mar.
Hubo una implosión, no una explosión, y era un sumergible, no un submarino.
La implosión es contraria a la explosión (liberación brusca y violenta de energía hacia afuera, como pasa al estallar una dinamita).
En la implosión se hunden y rompen hacia dentro, con estruendo, las paredes de una cavidad cuya presión es inferior a la externa.
Ocurre un hundimiento y rotura hacia dentro de las paredes de un recipiente (nave en este caso).
Al bajar abruptamente la presión dentro de la nave, el Titán implosionó cuando se rompió hacia dentro por la mayor presión externa del agua (que crece al descender).
Un submarino es una nave capaz de sumergirse en las profundidades del agua y salir por sus propios medios.
Mientras que un sumergible como el Titán -con escasa reserva de energía- recorre cortas distancias y necesita ser lanzado desde un barco de apoyo (o nodriza) que lo dirige al punto de destino y luego lo ayuda a salir a flote.
Toma nota:
La Real Academia Española (RAE) equipara submarino y sumergible, pero expertos en temas marítimos los diferencian.
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