José Carlos Mariátegui (1894-1930) ganó a los 22 años, en abril de 1917, el premio Municipalidad de Lima con su crónica ‘La procesión tradicional’, en que relata su experiencia en la multitudinaria manifestación de fe de los peruanos en el Señor de los Milagros.
Mariátegui, autor del libro ‘Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana’, destaca que en octubre, mes del Cristo Morado, se exalta el catolicismo de los peruanos apagado en el resto del año, y menciona la solemnidad que acompaña a la salida y el recorrido de la procesión desde el templo de Las Nazarenas hasta su retorno tras su paso por las calles de Lima.
Menciona también la música que acompaña el paso lento de las andas. Sobre estas, refiere que son ‘pesadas, fuertes y opulentas’ y que ‘sobre ellas un arco de plata oscilante y bruñido hace un halo glorioso para la imagen del Señor’, pintada en un lienzo que brilla con ‘la luz de los cirios y que lleva en su envés la imagen de la Dolorosa, la triste Virgen del corazón atravesada por las siete espadas’.
De los hermanos cargadores, de morado como los fieles, Mariátegui admira su marcha ‘jadeante y trémula’, y de las sahumadoras y los penitentes celebra su persistente acompañamiento en medio de cánticos y rezos del rosario por los feligreses.
Mariátegui observa que la procesión borra diferencias, porque la fe une a todos. Juntos acompañan al Señor de los Milagros, reseña, las ‘damas de alcurnia y del arrabal’ (barrios) y criadas humildes, así como al ‘varón pulcro y de buen tono, obrero mal trajeado y mal aseado, mendigo plañidero, hampón atrito (arrepentido), gallofero (vago) fervoroso y campesino zafio (tosco) y rústico’. Y, apunta que todos ‘codeándose sin disgustos, grimas (asco) ni desazones’.
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