El 10 de mayo de 1994 fue un día histórico para Sudáfrica. El activista Nelson Mandela juramentó como presidente de ese país, convirtiéndose en el primer mandatario negro y poniendo fin a más de tres siglos de supremacía blanca.
Nacido en el seno de la etnia Xhosa, Nelson Mandela tomó conciencia muy temprano del sentido de la justicia. Estudió Derecho y se colegió como abogado en 1942. Ingresó al Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) tras la implementación en 1948 del apartheid, sistema que limitaba los derechos de los negros y favorecía a los blancos, tal es así que prohibía a las personas de su raza ocupar cargos públicos, ejercer el voto, usar el transporte y los obligaba a vivir segregados para promover el ‘desarrollo’ de la minoría blanca. Todas estas medidas fueron duramente cuestionadas por Mandela y por ello presidió las protestas antirracistas.
En 1961 Nelson Mandela se alzó en armas contra el régimen racista como jefe del Umkhonto we Sizwe, brazo armado del ANC. Fue detenido un año más tarde y en 1964, condenado a cadena perpetua por sabotaje, traición y conspiración.
Durante su encarcelamiento que duró 27 años, Nelson Mandela mantuvo firme sus ideas de gestar una nueva Sudáfrica en la que blancos y negros convivan civilizadamente, lo cual hizo que su fama crezca a nivel mundial.
En 1990 Nelson Mandela fue puesto en libertad por orden del presidente sudafricano, Frederik De Klerk, con quien recibe el Premio Nobel de la Paz en 1993. Un año después es elegido mandatario de su país de forma democrática.