La República Democrática del Congo (RDC), cuya selección busca en el repechaje un boleto para el Mundial de fútbol 2026, es un país de África central con una población de 103 millones de habitantes.
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Con una superficie de 2′345,000 kilómetros cuadrados es, después de Argelia y por delante de Sudán, el segundo país más grande de África.
Su capital es Kinshasa y tiene límites terrestres con República del Congo, República Centroafricana, Sudán del Sur, Uganda, Ruanda, Burundi, Tanzania, Zambia y Angola.
En la parte más occidental del país está su salida al mar a través de una estrecha franja costera de 40 kilómetros de largo en el océano Atlántico.
Su principal puerto comercial es Matadi, muy cerca del océano Atlántico, en las orillas del río Congo, que atraviesa su territorio y le da el nombre al país.
Matadi, su principal puerto comercial. Foto: ¡Stock.
El franco congoleño es su moneda y, aunque su economía gira en torno a la agricultura y la minería -esta última sobre todo de metales-, el país registra altos niveles de pobreza.
El idioma oficial es el francés, aunque también se hablan otras lenguas (lingala, suajili, tshiluba y kikongo), y la mayoría de la población es cristiana.
Es una república semipresidencialista y su presidente, desde 2019, es Félix Tshisekedi.
País con elevados índices de pobreza
La pobreza y dependencia del país hacia sus exportaciones de materias primas se explica en parte por haber sido colonia de Bélgica desde 1895, bajo brutal explotación.
A pesar de la riqueza en África, el país vive en condiciones de extrema pobreza.
El país obtuvo su independencia en 1960 y entre 1965-1997 pasó a llamarse Zaire bajo el gobierno del dictador Mobutu Sese Seko.
Entre 1997 y 2003, el país soportó una guerra civil que ha sido seguida en años posteriores, hasta hoy, por enfrentamientos entre decenas de grupos rebeldes.
Productor de oro y diamantes
La República Democrática del Congo es rica en recursos minerales. En particular, el país alberga reservas de cobre y cobalto. Además, es un importante productor de diamantes, oro, manganeso y tantalio.
Todo esto debería hablarnos de una prosperidad económica, sin embargo, no repercute en el bienestar de toda la población.
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