
Los seres humanos percibimos los olores gracias a un conjunto de fenómenos físicos, químicos y fisiológicos, algunos externos y otros internos a nuestros organismos.
El proceso, de cuatro etapas, es el siguiente:
1. Inhalación. Moléculas volátiles viajan por el aire e ingresan en nuestra nariz cuando respiramos.
Las partículas se adhieren a un moco especial que recubre el epitelio olfativo, en la parte superior de las fosas nasales, donde se hallan millones de células receptoras.
2. Transformación de señal. Cada neurona tiene receptores que se activan con moléculas de olores específicos, convirtiendo la señal química en un impulso eléctrico.
3. Transmisión al cerebro. Neuronas sensoriales olfativas transforman la información química de las moléculas en nuestra nariz en impulsos eléctricos que envían al bulbo olfatorio del cerebro a través del nervio olfativo.
4. Procesamiento cerebral. La información en el cerebro se envía a diversas áreas de su corteza que procesan las señales e identifican el olor, que puede ser agradable o desagradable.

Otra ruta de los nervios se conecta con el sistema límbico (estructuras cerebrales que integran los procesos emocionales y motivacionales), lo que muchas veces asocia el olor con recuerdos y emociones.
¿Por qué algunos olores nos resultan agradables y otros desagradables?
Sentimos olores agradables y desagradables porque el cerebro interpreta las señales químicas del olfato en razón a factores como la genética, las experiencias previas y las asociaciones emocionales aprendidas.

Los olores desagradables muchas veces surgen de experiencias que alertan peligros, como alimentos en descomposición o sustancias tóxicas; mientras que los olores agradables se asocian con plantas, comidas y experiencias positivas.
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