El papel estaba en blanco. Savannah debía escribir un cuento para su clase de Lengua, pero el lápiz no se dejaba agarrar. Este bailaba sobre la mesa junto a los colores. Savannah al fin pudo dominarlo y sobre el papel escribió ‘Érase una vez’, pero las letras desaparecían al instante. Probó entonces con ‘Había una vez’ y el resultado fue el mismo. Luego puso: ‘En un lugar muy lejano’, ‘En el antiguo reino’… pero nada funcionaba.
Decidió empezar el cuento por el final. Y así, escribió ‘Colorín colorado, este cuento se ha acabado’ y apenas terminó estas palabras estallaron en coloridos fuegos artificiales.
Savannah no estaba consiguiendo escribir su cuento, pero la estaba pasando muy bien. Entonces, se unió a la fiesta, jugó con las pinturas, cantó con el lápiz e hizo un vestido de papel para su muñeca.
Al día siguiente, entró en la clase con la cabeza bien alta. Aunque no llevaba el cuento escrito, como el resto de sus compañeros, no estaba preocupada. Había aprendido que a veces aunque se intentan hacer bien las cosas estas no salen como las habíamos pensado. Lo importante era haberlo intentado y buscado una solución alternativa. Así, cuando la profesora le pidió su cuento, Savannah decidió narrarlo en voz alta a sus amigos.