Hace 65 años, por primera vez en el mundo, un ser vivo viajó de la Tierra al espacio exterior y no fue un humano. Fue Laika, una perrita mestiza a la que después de su entrenamiento se le lanzó el 3 de noviembre de 1957 en el Sputnik II desde el cosmódromo de Baikonur, en el actual Kazajistán.
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Laika fue hallada deambulando por las calles de Moscú. Pesaba cinco kilos, parecía de tres años y no tenía nombre, ni casa, ni dueño. Mostraba un carácter tranquilo y apacible.
Se le preparó para acostumbrarla al estado de ingravidez. Unos dispositivos en la cabina se encargaban de suministrarle agua y aire. Y unos cables conectados monitoreaban sus signos vitales, pues el objetivo era observar la reacción de un organismo vivo en una misión espacial.
Se dijo que Laika regresaría a la Tierra en un paracaídas, pero no era verdad, pues los responsables sabían muy bien que ella no volvería con vida.
La cápsula no fue técnicamente desarrollada para aterrizar.
La explicación rusa sobre la muerte de Laika fue que ocurrió varios días después del lanzamiento a causa de la falta de oxígeno y sin dolor.
Sin embargo, en 2002 se supo la verdad. El entrenador de Laika, Oleg Gazenko, ya con 84 años de edad, reveló que la perrita había muerto apenas 5 o 6 horas después del lanzamiento por un paro cardiaco provocado por el pánico, el estrés y el sobrecalentamiento de la cabina.
El Sputnik II orbitó la Tierra 2 mil 570 veces en 163 días. Se desintegró al entrar en contacto con la atmósfera el 14 de abril de 1958. Evidentemente Laika ya había fallecido.
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Cuando se supo que Laika fue enviada a morir en el espacio, se registraron protestas de los defensores de los animales.
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