
La delincuencia, los asesinatos, los secuestros y las amenazas por sicariato se han convertido en una constante en el país. Lamentablemente, los niños no están libres de vivirlo o presenciarlo.
La psicóloga Karina Flores, del centro de salud mental ‘Mi confidente’, advierte que lo que empieza como un susto puede instalarse en el inconsciente de los pequeños, afectando su manera de ver el mundo e incluso su desempeño académico.
Advierte que convivir en un contexto de violencia generalizada puede provocar ansiedad o estrés crónico en niños y adolescentes, además de generarles la sensación de que no están seguros en ningún lugar. Pesadillas, irritabilidad o desconexión con el estudio son algunas de las señales más frecuentes.
La situación se agrava cuando los menores han vivido la inseguridad en carne propia: en esos casos pueden desarrollar estrés postraumático.
“Cuanto más se enferman del estómago, ya sea por eructos, hinchazón de la pancita o dolores, esto suele ser una somatización del estrés o la ansiedad que están sufriendo”, alerta la especialista.
En el caso de los padres, el acompañamiento es fundamental. Escucharlos activamente, validar sus emociones y transmitirles calma son pasos claves para afrontar la angustia.
“Es importante advertirles que deben tener cuidado en la calle, pero sin exacerbar la situación”, puntualiza Flores.
DATITO
En esta etapa es fundamental la comunicación y los padres, como adultos, deben dar el ejemplo siendo abiertos y dialogantes.









