Después de terminar una relación tóxica o infeliz, aprendes a poner límites, a valorar lo que realmente te hace bien y a ser más selectiva al enamorarte. Foto referencial: Istock
Después de terminar una relación tóxica o infeliz, aprendes a poner límites, a valorar lo que realmente te hace bien y a ser más selectiva al enamorarte. Foto referencial: Istock

. Durante años, la sociedad nos hizo creer que el amor verdadero —o los matrimonios— debían durar para siempre. Por eso, cuando una relación llega a su fin, muchos sienten que han fallado. Sin embargo, cada vez más personas entienden que separarse no es rendirse, sino elegir la salud emocional por encima de la apariencia.

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“La idea del fracaso surge porque crecimos con el mito del amor eterno”, explica la psicóloga Juliana Sequera. “Nos enseñaron que el amor debía resistirlo todo, incluso el sufrimiento, y eso no es real. En realidad, divorciarse puede ser un acto de madurez y amor propio”. Según la especialista, son las mujeres las que suelen cargar con esa culpa cultural de mantener unido el hogar, porque lo ven como su responsabilidad.

Después de terminar una relación tóxica o infeliz, aprendes a poner límites, a valorar lo que realmente te hace bien y a ser más selectiva al enamorarte. Foto referencial: Freepik
Después de terminar una relación tóxica o infeliz, aprendes a poner límites, a valorar lo que realmente te hace bien y a ser más selectiva al enamorarte. Foto referencial: Freepik

Para Sequera, divorciarse no es el fin del amor, sino el cierre de un ciclo. “Significa reconocer que algo terminó, pero también la oportunidad de rehacer tu vida”, señala. Dramatizar el divorcio solo prolonga el dolor e impide ver el crecimiento que hay detrás. El amor no se mendiga: Si alguien no quiere estar contigo, aprender a soltar también es una forma de quererte.

Nadie se casa para divorciarse, pero quedarse en un lugar donde ya no hay amor ni paz sí sería el verdadero fracaso.

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