Hoy 13 de enero es el Día mundial de la lucha contra la depresión, una enfermedad silenciosa que va apagando poco a poco la vida de las personas. Sin embargo, al no presentar síntomas físicos muy evidentes, no le damos la importancia debida. Pero este trastorno no solo interfiere con tu rutina diaria y relaciones con los demás, sino que podría terminar en suicidios.
Cuando tenemos un dolor físico vamos de inmediato al hospital, pues nos urge saber qué está originando el dolor o si es síntoma de alguna enfermedad. Entonces, ¿por qué es distinto con la salud mental?, ¿por qué nos cuesta tanto reconocer necesitamos ayuda profesional?
La psicóloga Juliana Sequera explica el craso error que cometen muchas personas al seguir asociando la depresión con signos de debilidad.
“Siempre digo que al psicólogo no van los ‘locos’, sino quienes se hacen cargo de su bienestar emocional. Así como van a hacerse su chequeo médico anual, deberían hacer lo mismo con su salud mental. No es fácil dar ese primer paso, pero tampoco imposible. Una buena terapia psicológica puede cambiar tu vida”, comenta.
Con ayuda de la psicóloga, enumeramos cuatro señales frecuentes que deberían abrirte los ojos y reconsiderar pedir ayuda psicológica.
- Emociones interfieren en tu día a día
Tienes emociones que te desbordan y no te dejan ver con claridad. Llevas mucho tiempo buscando soluciones, pero ya escapó de tus manos. Y esto te está causando problemas en tu vida diaria.
- Síntomas físicos y conductuales notorios
Presentas síntomas físicos que afectan tu estado de ánimo. Por ejemplo: desgano, insomnio, irritabilidad, cambios de humor, entre otros.
- Problemas al relacionarte con los demás.
Vas a poner mil excusas para aislarte y dejar de frecuentar a tus amigos o familiares. Sientes que nadie te entiende o van a juzgarte, por eso prefieres aislarte.
- Maquillas ese ‘bajón’ emocional
Disimulas ese malestar con otras conductas perjudiciales que podrían hacerte caer en vicios, como consumir alcohol, automedicarte, comprar ropa o ver series de forma compulsiva. Esto solo exacerbará el problema.
- Te cuesta decir lo que sientes
Vives en constante represión por temor a que juzguen tus emociones. Invalidas lo que sientes porque crees que ‘no es para tanto’ y otros tienen problemas más graves. Crees que debes dejar de quejarte y pasar la página.
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