Algunos dicen que para educar hay que tener ‘puños de hierro’. Esto no es del todo cierto. A los hijos hay que disciplinarlos con firmeza, sí, pero a la vez darles cariño. “Cuando los padres son muy estrictos impiden que el menor exprese sus sentimientos y desarrolle su personalidad, esto hace que crezca con inseguridades o se vuelva un rebelde sin causa”, afirma el psicoterapeuta Walter Hinojosa.

El especialista agrega que no se puede ser un padre autoritario ni tampoco permisivo. Estos extremos son contraproducentes. Los progenitores deben poner normas claras y firmes en casa, que no deben ser negociadas. Para ello, cada una debe explicarse al niño para que luego no tenga ningún reclamo. “Eso no quiere decir que se deba ser duro y severo. Al contrario, se debe hablar con amor”, afirma.

Si el niño siente que se preocupan por su bienestar, esto lo ayudará a fortalecer su autoestima, identidad y evitará que se convierta en un menor caprichoso y desobediente.

¡VOZ, NO VOTO!

Cuando tu pequeño está en desacuerdo con alguna regla de casa. No le digas: ‘Lo haces porque yo lo digo’ o ‘aquí se cumplen mis órdenes’. Mejor dale la oportunidad de explicar qué es lo que no le parece. Escúchalo y luego hazle entender por qué está equivocado. La idea es que el niño tenga voz, pero no voto. Si lo reprimes siempre, harás que guarde resentimientos.

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