
Beber agua cuando uno tiene sed, no es solo eso; es el momento en que el organismo nos está diciendo que algo malo está ocurriendo por dentro.
El mecanismo de la sed es tan débil que con frecuencia el 33% de los seres humanos lo confunde con hambre. Solo un 3% a 5% menos de agua en el cuerpo cambia la concentración de minerales en el organismo; lo que los médicos llamamos ‘osmolaridad’ se altera completamente.
Este efecto insignificante puede causar pérdida momentánea de memoria, dificultad en la concentración y problemas al enfocar la vista sobre una pantalla de computadora. Además, concentración de sodio en sangre, niveles bajos de cloro y un incremento en el potasio sanguíneo.

El magnesio disminuye y todos esos minerales que circulan en nuestro cuerpo estabilizando nuestras células comienzan a funcionar mal. Es por ello que beber agua no es una cuestión de opción o moda; es una cuestión de ‘requerimientos orgánicos’.
Si queremos que nuestro cerebro funcione correctamente y sabemos que casi el 80 % del volumen de nuestro cerebro está compuesto por agua y es el principal vehículo de las transmisiones electroquímicas, pues también podríamos darnos cuenta de que es el primer órgano que sufre alteraciones al no consumir adecuadamente agua.










