Aunque no parezca, el estado emocional de los padres repercute en el buen desarrollo de sus hijos. Por ejemplo, si una mamá se siente frustrada, transmitirá ese desgano y sus constantes quejas a su pequeño, fomentando en él un pensamiento negativo.
Para Antonella Galli, psicóloga de la Clínica Ricardo Palma, los niños siempre están muy atentos a los comportamientos y formas de relacionarse de sus progenitores. “Como recién están fortaleciendo su lado emocional, intentarán imitar actitudes y estados de los adultos. Si estos no son buenos modelos, su desarrollo se truncará e irán por el camino equivocado”, agrega la experta.
Cuando los chicos se sienten afectados por los cambios emocionales de sus padres, no lo verbalizan, sino lo demuestran con actitudes. ¿Cuáles? Están irritados, distraídos, tristes, rebeldes o tienen un rendimiento escolar bajo. Incluso, en algunos casos, pueden tener conductas agresivas con sus amiguitos de la escuela.
¿Cuál es la solución?
Papá y mamá deben autoevaluarse y preguntarse cómo están emocionalmente. Tal vez tienen alguna frustración, cólera, odio o tristeza por algo en particular y ni se han dado cuenta. Si no pueden hacerlo ustedes mismos, acudan a terapia psicológica. Ahí les enseñarán técnicas de relajación, de solución de problemas y de cambio de pensamiento negativo. Recuerden que si proyectan estados emocionales positivos, sus niños también lo harán.