
Muchos llegan a la consulta diciendo que su perro se rasca todo el día y que no tiene pulgas. Y es cierto, no siempre se trata de parásitos.
A veces la piel habla por otras razones. Puede ser alergia al polvo, a ciertos alimentos o incluso a productos de limpieza que usamos en casa. También puede haber irritación por el clima, por estrés o por baños demasiado frecuentes.

Cuando un perro se rasca sin parar, su piel se inflama y se vuelve más sensible. Si no atendemos la causa aparecen heridas, hongos o infecciones que lo hacen sufrir aún más.
Por eso es importante observar cuándo empezó el problema, qué cambió en su rutina y cómo reacciona su piel. El rascado constante es una señal de ayuda.
Nuestros perros no hablan, pero su cuerpo sí. Darles alivio es parte del cariño que les debemos. Un diagnóstico a tiempo y algunos ajustes en casa pueden devolverles la calma que necesitan para vivir felices.
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