
La voz con la que te hablas puede ser tu medicina o tu herida. Muchas personas llegan a terapia buscando sentirse mejor, sin notar que el mayor malestar proviene del trato que se dan a sí mismas: la culpa constante, la autoexigencia o el miedo a fallar.
Modificar el diálogo interno cambia la estructura emocional del cerebro, reduce la ansiedad y fortalece la autoestima. Hablarte con compasión no es autoengaño, es construir un entorno interno seguro y emocionalmente estable. Observar cómo te hablas es el primer paso hacia una mente sana.
Cada palabra crea un patrón neuronal que puede impulsarte o sabotearte. Si repites mensajes de inutilidad, tu cerebro los normaliza; si los reemplazas por afirmaciones realistas y amables, fortaleces tu resiliencia emocional.

Practica el autoapoyo: pregúntate cómo tratarías a un ser querido que sufre y ofrece esas mismas palabras a ti. Elige pensamientos que te sostengan. Tu mente te escucha siempre: háblale con amor.










