Desilusiones de la infancia. Papá Noel no existe me mintieron toda la vida. Me estafaron, me engañaron, me ilusionaron, disfrazaron una realidad hasta con, ¡cómplices, actores y barbas falsas! Todo mi mundo cambio.

Indudablemente, llega la pregunta del rigor donde apuntalamos a nuestros papas con la pregunta con el corazón en la mano si Papá Noel existe. Deseando que la respuesta sea sincera. Mamá, evaluando en unos instantes si protege mi inocencia o vomita la duras verdades de la vida que ya tendré tiempo de aprender a golpes, sigue notando en mis ojos la necesidad de creer y observa mis pecas de niña en mis mejillas como un salpicado accidental de color gracioso e inspirador de ternura.

Detenidamente, mide sus gestos al punto que se vean naturales y sigue con el cuento de Papá Noel.

Todo lo que era seguro ya no lo es.

Todo lo que enseñaron fueron patrañas. No sabes con quién enojarte, con tus padres, bueno en mi casa solo mamá que cumplía ambas funciones. Si enojarte con tus amiguitas de la primaria o enojarte con uno mismo pero la realidad que es con uno mismo con el único que podemos confiar, el resto del mundo se volvió inseguro y desconocido.

La vida se vuelve injusta, de pronto tu frijol en clase de biología no germina, tus pechos tardan en salir, tu altura te limita a estar en primera en la fila delatando tu crecimiento tardío, se vienen las palabras a la mente del pediatra donde le decía a mi mamá que ser sietemesina dejará una altura y una menudez notable (nada más lejos de la realidad).

Tu madre se vuelve una persona a la cual no podemos escondernos tras sus piernas cuando tenemos miedo, donde la culpa por no compartir decisiones y enfrentamientos por un lugar y un reconocimiento en la casa delata la inminente entrada a la adolescencia, donde la libertad empieza a reclamar disfrazada de rebeldía, si hay dudas se consultan con las mismas amigas nadando en el mar de la incertidumbre y la ignorancia. Tu círculo de amigas se vuelven tu cofradía, tu hermandad que te entienden al punto de ser tu único desahogo, disfrutando eternas charlas con cada detalle en los recreos.

Repitiendo los detalles: agregando sal, pimienta y todos los condimentos en cada ocasión donde teníamos oportunidad de ser protagonista al momento que alguna pregunta nos señale.

¡Empezamos a caminar solos y lo que era ya no es! Para crear una nueva realidad se destruye naturalmente la anterior. La destrucción genera creación. El dolor genera impulso o decadencia. La crisis genera oportunidad y el sol al amanecer genera una nueva opción de pensar y reinventarse.

 

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