Xoana González empieza el año contándole a sus seguidores cómo ella y su esposo Rodrigo Valle enfrentaron la noticia de su infertilidad. Sin duda, una columna de XOANA LOVE con la que se sentirán identificadas muchas mujeres.
"Sé que no era la misma del diciembre 2016. Un año después de todo lo que habíamos vivido, estábamos otra vez en el mismo consultorio, esta vez fuimos para que el doctor lea los análisis de sangre, orín, ecografias, espermatogramas, y demás cosas.
El doctor tenía el ceño fruncido cual pergamino, sospecho que por sus años de experiencia habrá dicho esto mil veces. Quise obligarlo a que diga con toda crueldad lo que explicaba con palabras técnicas e incomprensibles: “¿Estamos hablando de infertilidad?”, le pregunté con mi voz quebrada. Mis lágrimas corrieron una maratón y murieron en mi boca.
“A nosotros no nos gusta esa palabra, preferimos llamarlos casos, este es un caso del rango de los más extremos, pero hoy en día con la ciencia hay algunas alternativas ”, dijo el doctor. Habló de hipofisis de hormonas, de conductos obstruidos, de temas que nunca había visto en biología en el colegio de Buenos Aires. El médico nos recomendó especialistas, de esos que sólo en la consulta te arrancan un ojo de la cara.
Estaba abatida, sentía que el doctor era mi verdugo y me obligaba a caminar sobre vidrios rotos. Fue un tramo difícil, de exámenes, costos, de mucha fe y paciencia.
Rodrigo y yo nos agarrábamos fuerte las manos abajo de la mesa, por momentos buscaba desviar la mirada al techo a ver si lograba contener las emociones que se desbordaban de mis ojos, las lágrimas no daban tregua. Apreté los dientes y sentía un nudo en la garganta. En esos segundos donde necesito desviar el dolor suelo clavar mis uñas en mi pierna, pero le clavaba las uñas a la mano de Rodri, él las toleraba porque también estaba en ruinas.
Salimos directo a cafetería a mitigar el sabor amargo con sabor a café. Nos abrazamos, de esos abrazos donde las palabras sobran.
Ese día el mundo volvió a ser ese lugar donde cuesta respirar, empujada por la esperanza de parejas que pasaron por esto, pasaré por los miedos, por la angustia de opciones desconocidas, pero no es momento de ser egoísta y derrumbarme.
La inercia me obligó a continuar con lo planeado de ese día, a animar una inauguración de un local, un show a la noche, fotos, donde necesitas esa máscara, donde tu sonrisa es solo el movimiento facial de algunos músculos que involuntariamente siguen órdenes de tu cerebro de cumplir con compromisos.
Fue el único día donde no me desesperaba llegar tarde, me encontraba en el taxi hablando con mi pasado mirando por la ventana a la nada misma, de la clínica al silencio, de las risas matutinas a estar tocando fondo de nuevo, físicamente estaba en el asiento de atrás de algún taxi, pero mi mente estaba sentada en el fondo del túnel más oscuro y asfixiante del laberinto de mis profundidades.
Cada vez que enfrentó mis dolencias me siento una niña, dejo de ser la mujer capaz de llevarse el mundo por delante, en la frialdad de la desilusión me pesaba la cabeza que apoyaba en la luna del carro, me pesaba la frustración.
Ya en mi cama casi 24 horas después, una vez que me permití estar a solas conmigo, me permití envolverme en el dolor para sanarlo.
En estos silencios que se instalan en la casa donde parece que los ladridos de los perros están en modo mute, luego de destruir mi mundo vuelvo a nacer ya con otra visión. Esta nueva visión me miró en el espejo de la resignación y aceptación, seremos valientes así me frustre otra vez o mil veces más. Sé que valdrá la pena cuando todo pase.
La vida es rara, el tiempo cambia tus planes de manera inapelable, es como si un ser superior te pateara el tablero de ajedrez y te murmura al oído: “ Jódete, empeza de nuevo“. La desolación de mirar cómo se aleja tu felicidad. Tus anhelos tienen que reinventarse en la incertidumbre, así pasa.
Odio estar en ese lugar de padecimiento y opresión, prefiero dejarlo ir y volver a ser ese ser libre que no está sujeta a caprichos naturales donde no puede hacer nada o más bien no logro nada inmersa en ese estado. Les dejo esta frase que es una de mis preferidas y que retumba en mi mente estos días, me da un aire de esperanza: “Las batallas más difíciles son para los soldados más fuertes".