Es lunes y lo sabe. , la columna de nuestra argentina querida ya está aquí y con una historia que encantará por la ternura que ha puesto en cada una de sus palabras. 

Aquí está Xoana González. Siempre a su estilo, pero con un corazón lleno de experiencias por contar, esas que a veces es mejor callar en su momento, pero que nos hace libre cuando por fin decidimos contarlo todo.

Basta de previas, Xoana González, la reina del Instagram, la pintora, la musa de 'La noche es mía', la amante y esposa de Rodrigo, comienza ya mismo con otra Xoana Love:

Entre por la puerta grande. Esta vez sin espiarte ni seguirte el rastro por años, ya más libre del dolor y de sentirme una acosadora, libre de miedos y nervios, entré por la puerta pesada del banco, tu trabajo de toda la vida, hombre sin muchos riegos. Siempre el mismo trabajo, a excepción de que cada tanto hacen rotación del personal por las sucursales y ahí se te descompagina la aburrida calma.

Buscándote como antes, como siempre, como lo haría si te volvieras a alejar, aunque entre nos, sé con certeza que jamás te alejarás de mí, y amo que seas vos el que dependa de mis respuestas, el que esté pendiente de lo que hago o dejo de hacer o que te enojes cuando no respondo rápido un mail tuyo.

Qué lindo poder entrar libre y liviana por los pisos de porcelanato marcándolos con mis zapatillas manchadas que no combinan con la decoración formal y el aire de seriedad que requiere una entidad financiera. Ahí con mi pelo despeinado, mi jean con agujeros y zapatillas viejas, al grito de "papito" y voy corriendo con los brazos abiertos a arrugarte la camisa.

Así nos fuimos, de la mano como si sujetarte haría que no te escaparas de mi vida, a tomar un café, un café como hace 14 años.

Escuchando las mismas anécdotas cien veces, haciéndote preguntas que me sé de memoria, pero también sé que te gusta contar y a mí me gusta escuchar.

Es más, confesaré un delito: sin que sospeches, siempre pongo la grabadora del celular y en esas noches de shows en provincia donde se ven las estrellas, esas que me regalan melancolía, ahí voy y recurro a los auriculares, a tus audios y tus anectodas una y otra vez, con tus pausas, tus risas y te siento absurdamente cerca. Podría jurar q estás ahí conmigo.


Luego te llevé a tu casa, manejando como una abuela solo para robarte más minutos para mí. Los dos sabíamos que por unos meses no nos veríamos, nos dimos un torpe abrazo tímido y ahí entraste. Se podía escuchar la llave girando y como prendías las luces de tu casa y de tu vida ya sin mí.

Estando a unas cuadras, doblé en contra del tránsito y volví a la puerta que me quedé mirando unos minutos atrás solo para buscar el timbre. Ahí me miraste entre desorbitado y cariñoso y yo solo pude decirte sin anestesia que me gustaría poder darte un abrazo.

Ni nos miramos porque somos unos tontos y yo salí con el auto sin voltear ni espiar por el espejo retrovisor, aunque con vos nunca tuve ni orgullo, ni dignidad, ni rencor, ni nada.

¡Qué ironía la vida! Pensar que busqué esta cercanía por años y después soy yo la que me alejo a miles de kilómetros.

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