Entrando a la iglesia del brazo de papi. Nada más lindo que caminar de su lado, sostenida del hombre que desconocía por años. Quién iba a decir que pasamos de ser dos extraños a ser una hermosa y rara familia.
Ahí estábamos paso a paso al altar. Caminaba muy lento, lo miré y le dije: “te dije despacio pero tampoco tanto”. Él se reía, tal vez de los nervios, de la vergüenza o del orgullo, quiero pensar. A los 3 pasos le dije: “papá. Estás corriendo me voy a caer”, largó una carcajada contenida y nos relajamos. “No sé qué hacer. Las manos adentro del saco o afuera”, me dijo. “Ponlas donde quieras, pero sonreí”, le respondí. Ya habíamos hecho un papelón y parecíamos dos marionetas atadas por los brazos que torpemente intentaban avanzar.
Frente a mí estaba mi esposo por civil desde hace un año y 4 meses. ¡Qué hermosa sonrisa! Todo un muñeco y para no desentonar con mi vida era un muñeco diferente, uno musculoso ablandado por los años de esta loca hasta moldearlo a mis gustos de ternura… Y a pocos instantes del sacramento.
El cura lleva la expresión de las personas olvidadas que caminan como fantasmas, le sonreí y pareció como que un brillo se activó en él. Le dio más énfasis a la ceremonia. Yo agradecí su trabajo y a su modo, devolvió el gesto.
Reteniendo el aliento lo que duró esa facción de siglos que demoró, en esos lapsus me pierdo en mi fantasía pensando si en la pregunta, “si alguien se opone dígalo ahora o calle para siempre” vería algunas zorras o algún exnovio del pasado saliendo de las ventanas cual película de zombies.
Buceando en la fantasía, me obligo a volver al altar y dejar los zombies y las zorras, no quiero distraerme con recuerdos de columpios y olores de veranos pasados, ni con inseguridades o recuerdos de infidelidades que aún juegan conmigo. Me permito confundirme entre la música angelical y cuestionando la moral del hombre sagrado, que después de confesarme accedió a casarnos. Yo me hubiera mandado al infierno y sospecho que el mismo Lucifer me daba la leña y me decía “ acá tampoco te queremos mejor quémate afuera”
El momento anécdota fue cuando el cura se da vuelta y suena el Ave María. Entonces yo le digo a Rodri “la está cantando el cura” (era obvio que la voz aguda es de un cd) y nos tentamos a más no poder. El momento del sí y del beso creo que mis 30 invitados lloraron... el gorila lloró…yo también lloré.
Él y yo conocemos la historia, nosotros mismos la escribimos y todo lo construimos en estos 3 años y 4 meses juntos.
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