Nos invitaron a pasar y era un lugar amplio y digno de generar admiración. Frente a nosotros se presentaban unos autos modernos y una vereda que nos llevaba hasta la puerta principal. Avanzamos varios metros y cruzamos en toda su extensión una sala y al fondo, una piscina nos daba la bienvenida. Sentado en un sillón y mirando los árboles estaba el ‘Tío Rockefeller’, que no es otro que Augusto Peñaloza. Apelativo nacido en las redes sociales y empresario del rubro inmobiliario y opinólogo de todo lo que ocurre en el país.

Augusto, ¿por qué ese apodo tan ostentoso?

Nace por estos jardines, la casa y mi manera de sentarme cuando tomo vino.

¿Te encantan las cámaras?

Mucha gente me ha dicho que debían ponerme un micro.

¿Y eso?

Porque soy elocuente, deslenguado y para muchos mis comentarios son acertados.

¿Figureti?

No, pero cuando me jalaron al canal de streaming se encargaron de darme brillo.

¿Ahí nació todo?

Sacaron mi lado jocoso e informal.

¿Qué consecuencias trae ser popular?

Hace que los jóvenes me escriban todo el día.

¿Crecieron los seguidores?

Muchísimo y he tenido que crear nuevas cuentas.

¿Generas atracción entre las jovencitas?

Algunas dicen que soy su ‘crush’.

¿Te quieren de ‘sugar daddy’?

Seguramente, porque imagino que fantasean un poco.

¿A qué te ha obligado la fama?

Hace que me esfuerce un poco más con la vestimenta.

¿Un ejemplo?

Iba a salir a comer un ‘sánguche’ y en pijama, pero mi esposa me advirtió: ‘Cámbiate, el Tío Rockefeller no puede lucir así’.

¿Te gustan estos cambios?

No sabes cómo los valoro y pienso que debí descubrir este mundo años atrás.

¿El reconocimiento es bonito?

Sí. Fui a una clínica y las enfermeras me pedían fotos.

Un paréntesis, ¿por qué tanta aceptación?

Opino de todo. Esta semana hablé del Congreso que premió a Dayanita. ¿Y cuándo a Adolfo Chuiman? O quieren que pase como Guillermo Campos, que murió pidiendo para comer.

¿Te meterías en política?

Me han ofrecido ser congresista y alcalde.

¿La haces?

Estoy en el momento y la edad.

¿No tienta leer tanto elogio del público femenino?

Tengo treinta y dos años de casado, cuatro hijas. Todas son mis fiscalizadoras de lo que hago o dejo de hacer.

¿Algo que tienes prohibido?

No puedo tener mi celular con contraseña, ja, ja.

¿Sientes que tus canas son atractivas?

Creo que sí.

¿Algo que hayas innovado para dejar las cosas claras?

Uso mi aro de matrimonio y antes no lo hacía. A veces la gente pasa de la admiración a la fantasía.

¿Fue por recomendación de las ‘fiscales’?

Me sugirieron y yo lo decidí.

O sea, deben haberte enviado mensajes atrevidos...

Medios complejos.

¿Cómo vamos con el baile?

En este mundo tienes que hacerlo bien. Dependiendo del horario, bailo marinera y sin pañuelo.

¿Callejero?

Demasiado. He toneado y dormido en ‘El Porvenir’. Voy sin problemas manejando un Mercedes por La Perla baja.

Te conocen mucho...

Hace unos días ingresé a un restaurante y en una mesa estaba Kenji Fujimori y, al verme, se paró y me dijo: ‘Hola, Tío Rockefeller’ y nos sentamos a charlar un buen rato.

¿‘Mechador’?

Sé defenderme. Hace tiempo que no pierdo.

¿Un deseo en voz alta?

Quiero portarme mal, pero no se puede.

¿Qué travesuras extrañas?

Ponerme a cantar en un restaurante, ir a un barrio en jean y sentarme en la vereda.

¿Una crítica que hayas recibido?

Algunos me recomiendan que no descuide mi trabajo. Les respondo: ‘Lo mío es una empresa y ya se maneja sola. A un negocio sí hay que estar empujándolo’.

¿Los cincuenta de hoy son como tener treinta?

Desde los 40 entras a una edad que todo se mantiene en una línea.

¿Almuerzas o cenas gratis en los locales?

Pago, pero sí acepto cortesías como el postre o las bebidas.

¿Qué canjes aceptas?

Empresas automotrices me han ofrecido que maneje sus autos.

Gracias por tus revelaciones.

A ustedes, la pasé muy bien.

Alguna vez el genial Albert Camus, aquel que escribiera esa joya llamada ‘El extranjero’, sentenció en una frase lo que hoy le puede estar tocando vivir a nuestro entrevistado. “La fama es muy fácil obtener, lo difícil es merecerla”.

La popularidad y las redes sociales siempre se miran de reojo, se saludan y a veces conviven juntas. Augusto Peñaloza es histriónico, divertido, creo que hasta coqueto, y pisa fuerte el terreno que transita. El empresario, de un buen pasar por la vida, le suma a su éxito la fama y ahí también gana admiración. Se puede volver a ‘nacer’ en la década número cinco.

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