A cuatro meses de la partida de su esposo Javier Carmona, la siempre risueña Tula Rodríguez accedió a resolver nuestro cuestionario en el que se muestra tranquila y agradecida a Dios y a la vida por haber tenido a su lado a un gran hombre que le dio una hija maravillosa.
Que sin salud no podemos hacer nada. Y que debemos valorar lo mucho o poco que tenemos.
Soñaba con ser obstetriz.
Sí y no. Yo propongo las ideas y el contenido que aparece en mis redes. Pero tengo un equipo de trabajo que se encarga de la producción.
Soy más de Instagram, me parece que tengo una comunicación más directa.
Mi hija Valentina.
Adoro las que son tipo narcos o suspenso, no me gustan las de terror.
Los guindones. Recuerda: ‘Sin guindón, no tengo paraíso’.
Que todo esté organizado.
Le caí de improviso a Javier (Carmona) cuando estaba trabajando en Bolivia, él se sorprendió al verme y yo le dije: Ajá, ¡te quería sorprender!
Fue una etapa feliz, he tenido mis caídas. Todas las etapas son importantes. Si no me hubiera puesto esas lentejuelas, hoy no sería la persona que soy.
Aceptación. Acepto que Dios decidió llevarse a mi esposo.
Hoy no tengo la intención de enamorarme. No sé si pasará, no lo busco ahora. No tengo mente ni cabeza para eso, no lo sé; mi hija no quiere.
Lavo, cocino y saco al perro como lo haría cualquier mamá. Más que intentar que se me vea sexy en la cámara, intento que se me vea real.
Me acepto como soy. Me amo como soy. Antes tenía las medidas 90-60-90, ahora no las tengo. Amo mi pelo oscuro, mi cara redonda. No existe la perfección.
Que no te importe el qué dirán, van a venir cosas difíciles, pero tranquila que Dios va a estar siempre contigo.
Ninguno, yo solo creo en Dios. La suerte no existe, nada es casualidad y todo tiene un por qué. Si la hoja del árbol se cae es porque Dios lo permite.
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