No recuerdo que año fue. De lo que sí estoy seguro es que no fue en 1987, porque ese año terminé la secundaria y la promoción de Pedro había dejado la escuela uno o dos años antes. Así que estaba en tercero o cuarto de secundaria.
Tampoco recuerdo la fecha festiva. Lo más probable es que haya sido durante una celebración por el Día de la Madre. El punto es que ese día Pedro, su hermano Patricio, el Gordo Pomar y alguien más (mentiría si aseguro que fue Christian Meier) se mandaron un par de temas de los Rolling Stones.
Esa fue una de las primeras presentaciones de la banda que después se haría conocida como Arena Hash y de la que Pedro Suárez Vértiz sería el líder, vocalista y compositor de los temas que lo llevaron a la fama y lo convirtieron en una leyenda del rock peruano.
Aquel Día de la madre presentaron al grupo y al principio muy pocos les prestamos atención. Solo algunas chicas se pusieron de pie (la mayoría de su promoción), para ver a ese flaco despeinado, que se movía como Mick Jagger, cantar un par de covers. No era precisamente la música que nos gustaba a mis amigos y a mí. En aquella época, nos la pasábamos escuchando a toda la cofradía del circuito underground que llenaban el Nirvana, Helden, No Helden y todos los antros del Centro de Lima con eso que nosotros llamábamos música.
Luego de los primeros acordes, Pedro y su mancha lograron tener nuestra atención. No sonaban como un grupito de aficionados, de espontáneos que se habían lanzado al ruedo para cantarle a la mamita. Sonaban decentemente, como si ya tuvieran experiencia, sin complejos, con varios ensayos encima. Tal vez fue la confianza de estar frente a sus compañeros de colegio, lo que les dio esa seguridad. Tal vez.
Lo cierto es que años después siendo ya Arena Hash, y entonces sí con Christian Meier oficialmente en el grupo, se convirtieron en la agrupación más popular de rock en el Perú. Y Pedro fue siempre el centro de atención, siempre delgado y enemigo de los peines. El centro de una atención que no quería, pero al que siempre buscaban en las entrevistas, pues era quien cantaba y escribía las canciones.
Una atención que él quería compartir con el resto del grupo, pero que en ese momento monopolizaba sin habérselo propuesto. Pero el tipo era humilde y le caía bien a todos. Así como su filosofía de vida, el ‘Pedrismo’, resumido en sus composiciones, básicamente llevando una vida sana, en familia, sin escándalos ni poses, dándole gusto a la gente, estando siempre lo más cerca. Tenía ese don, pues a pesar de haberse retirado de la vida pública, la gente lo sentía cerca gracias a sus canciones, a las ideas y comentarios que publicaba en sus redes sociales.
Recuerdo haberlo entrevistado una vez en Cajamarca, subiendo al mirador del Cerro Santa Apolonia y preguntado si se había drogado alguna vez. Yo sospechaba que no, pues en una fiesta, durante el lanzamiento de una marca de cerveza, conversamos y me dijo que era abstemio y que tampoco fumaba. Su respuesta fue la que esperaba. No, nunca se había drogado y más de una vez tuvo que lidiar con ese prejuicio por su aspecto desaliñado.
Y aunque no lo crean ese look a lo Jagger, desaliñado, era su jale con las chicas, su sex appeal. Recuerdo haberlo visto cantar de casualidad en un pub, medio escondido, en la avenida Juan de Arona, en San Isidro, y que varias chicas se le acercaban diciéndole a gritos que habían estudiado en el mismo colegio que él. Entonces se puso a cantar el himno del María Reina.
Ese era Pedro Suárez Vértiz. El que yo vi en una de sus primeras presentaciones, siendo aún adolescentes. El artista al que entrevisté siendo periodista, la persona con la que conversé brevemente algunas veces cuando coincidíamos en un show. Si me preguntan si me gustan sus canciones, pues no soy fanático, no lo he sido y no me subiré al coche. Si me preguntan por alguno de sus temas, alguno que más me agrade o recuerde sería ‘Sé que todo ha acabado ya’ y en segundo nivel ‘Kangrejo (Sacudía)’ o ‘El rey del ah, ah, ah’. Ahora se confirma su status de leyenda. Es como cuando a los argentinos se les murió Cerati.
Ahora eres eterno Pedro. Bueno, tus canciones ya lo eran. Gracias por eso.
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