La noche del 28 de octubre, el ambiente en Costa 21 era electrizante. A las 9 PM, el telón se levantó y los primeros acordes de “Sic” resonaron en el aire, provocando un estallido de energía en la multitud. La locura no tardó en desatarse, y los fans de Slipknot, ataviados con máscaras, se lanzaron al frente, donde la intensidad era palpable.
Sin embargo, en medio de la algarabía, un momento de pausa. Corey Taylor detuvo el concierto para atender la situación frente al escenario, donde algunos fans se habían amontonado peligrosamente.
El vocalista de Slipknot pidió amablemente que se dieran “dos pasos hacia atrás” para liberar espacio. La multitud, respetuosa, siguió su llamado, y tras unos instantes, el espectáculo continuó.
Después del llamado de atenció, Taylor tomó el micrófono e interpretó “Eyeless”. Según había compartido en una entrevista hace un par de años, esta es una de sus letras favoritas, y la emoción que transmitía era evidente. La conexión entre la banda y el público creció aún más, mientras la energía se acumulaba en cada riff y en cada grito.
“Wait and Bleed” fue la siguiente en sonar, y los asistentes no dudaron en dejarse llevar por la brutalidad de la canción. La atmósfera era densa, llena de adrenalina y sudor, mientras los instrumentos se entrelazaban en una sinfonía de caos controlado.
El clímax de la noche llegó con “Surfacing”, donde los riffs desgarradores y la poderosa percusión llenaron cada rincón del lugar. El público, en un frenesí absoluto, coreaba cada palabra, cada grito. Era un momento de catarsis colectiva, donde todos se convertían en parte de algo más grande.
Como muestra de gratitud, Taylor besó la bandera del Perú. Además, uno de los integrantes lució la camiseta de la selección con el número 9, que estaba oculta dentro de uno de los uniformes.
Finalmente, la banda cerró la velada con “Spit It Out”. En un último acto de euforia, Corey incitó a la multitud a saltar y gritar con él, un cierre explosivo que dejó a todos sin aliento. A las 10:20 PM, cuando las luces se apagaron y los últimos acordes se desvanecieron, el eco de la noche aún resonaba en los corazones de los asistentes.
La actuación de Slipknot en Costa 21 fue un recordatorio potente del poder de la música en vivo: una experiencia visceral que une a la gente en una explosión de emociones. Con cada riff y cada grito, la banda demostró por qué son íconos del metal, dejando a todos con ganas de más, ya con la promesa de un nuevo encuentro en el futuro.
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