Es el malo de ‘Yo soy: Grandes batallas internacional’. Digamos, quien dice las cosas sin poner reparos, salvo los que él mismo se impone. También es la ex ‘estrella’ juvenil que encandilaba adolescentes y jóvenes. Pero lo que casi nadie sabe de Mauri Stern es su vida en casa, en esos pasillos de lo cotidiano, donde todos lo imaginan detallista, cuidadoso y hasta ‘fachero’. Sorpréndase, es lo contrario.
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Si supieras que en Miami, donde vivo, si me baño, es un milagro.
Entro cuando ya estoy muy sucio.
Soy un desastre, camino en sandalias.
Ya no cuido nada, ya lo hice en Magneto.
Ahora me dedico a mis hijos.
Bastante. Mi esposa me tiene que decir: ‘Ya báñate’.
Desde que los chicos nacieron, no me compro. Tengo 8 shorts, 4 camisetas y 2 jeans.
Es que tengo un par de sponsors.
En alguna salida a cenar o quizá una boda.
Sí, pero no hay problema si ambos cancelamos.
Soy exigente con los pequeños, pero a la vez muy cariñoso.
El rock star de Magneto desaparece en esas cuatro paredes.
Mi mujer me despierta a las 7 de la mañana y me aclara: ‘Hay que llevarlos al colegio, después recogerlos’.
Llego al canal, me afeito, luego me peinan, allí mismo me pongo un traje y al verme al espejo, digo: ‘Hombre, tengo mi onda, mis cositas’.
Me inicié en el teatro y participaba en el grupo Timbiriche, pero quería dar el salto.
Un director me sugirió que me quede donde estoy.
La adversidad te da fuerza y fuego. El cómodo va perdiendo lo primero.
Me gusta porque saco la mejor versión de un ser humano.
Alguien que es frontal contigo te está dando la oportunidad de superarte y ser mejor.
Cuando te fuerzan al límite, uno llega más arriba gracias a esa exigencia.
Estar en tu zona de confort nos hace retroceder.
No hay nada que me agrade más que me dejen callado, me tapen la boca.
En mi caso, es estar en lo que más amo y me apasiona.
Cuando más éxito financiero tuve, porque era mánager de muchos artistas reconocidos, fue el peor momento de mi vida.
No tenía tiempo para mí. La ambición me mató, porque pensaba solo en trabajar, obtener resultados y no me ocupaba de mis temas personales.
Me dio un ataque de pánico y me di cuenta. Renuncié y me salvé.
Me ayudó que en casa nunca me trataron como famoso, sino como hijo o hermano.
Mi esposa e hijos me tratan como ser humano.
Cebiche y lomo saltado.
El tráfico, ja, ja.
Quien aún no lo ha hecho no sabe lo que es comer.
Abrazo a los lectores, la pasé muy bien y decirle a la gente que no se olvide vernos siempre por Latina de lunes a viernes.
Se despidió con una amabilidad poco conocida para los televidentes. Sonrió muchas veces, analizó cada respuesta y se marchó riendo. El ‘malo’ no es tan malo. Creo que es sincero, al menos consigo mismo. Ojalá sea de la línea del loco maravilloso llamado Charles Bukowski, quien afirmó: ‘A no ser que salga espontáneamente de tu corazón, mente, boca y de tus tripas, no lo hagas’.
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