Por: Fernando ‘Vocha’ Dávila
Sentada frente al monitor e ingresando a cada hogar del pueblo peruano, el televidente se queda con la belleza. Fuera del set, surge la chica de barrio, la chalaca con esquina. Marian Jáuregui, como toda mujer que ha caminado, se expresa sin maquillar nada, como cuando informa lo que pasa en el país.
Marian, si te digo que soy de Comas, ¿qué respondes?
Qué pasa, soy del Callao.
¿Barrio exacto?
La Perla, Cercado y Bellavista.
¿Centro de estudios?
Colegio Nacional General Prado.
¿Salsera?
Sí, pero los grupos de antes: ‘Niche’, Rubén Blades y Lavoe.
¿Y ahora?
Rockera, también le entro al reggaetón.
¿Perreas?
Hasta Daddy Yankee llego.
¿Lugar bravo donde has rumbeado?
Junto a la morgue. En el matrimonio de una amiga donde pusieron toldo.
¿Amistades en zonas picantes?
San Judas y La Siberia, por las compañeras que tenía en el salón.
¿Y hacías tareas con ellas?
De escolar me iba a Castilla. Eso siempre fue natural para mí.
¿El grito obligado en un onomástico?
Después del ‘Cumpleaños feliz’, siempre tiene que venir el ‘Chim Pum Callao’.
¿Sigue vigente?
Por la pandemia, festejamos el ‘santo’ de un familiar por videollamada, le cantamos el ‘Happy birthday’ y siguieron los hurras.
¿Dormiste escuchando tiroteos?
En las noches aprendí a reconocer el sonido de la bala.
Obviamente, sabes nadar.
Desde los 21 años, en una piscina.
¿Hincha de….?
Universitario.
Eso es blasfemar contra el primer puerto.
Es que veía fútbol con mis abuelos que son cremas.
¿Ya pisaste la ‘Trinchera’?
Todavía, solo he ido a occidente.
¿‘Boquita de caramelo’?
En pantalla me controlo.
¿De verdad?
Allí soy muy formalita.
¿Tu última lisura?
Hoy.
¿Qué te puso de mal humor?
Estaba en la puerta de mi casa y como demoraban, me decía a mí misma: ‘A qué hora llegan estos huevones’, ja, ja, ja.
¿Tan impaciente?
Tengo un problema con la puntualidad.
A ver, ¿en qué ocasión te salió el Callao?
En un desalojo, un grandazo botó a mi camarógrafo, me fui encima y como tenía una libreta de apuntes en la mano, le di con todo.
O sea, vas al frente.
Cuando en Chile se dieron las protestas por el alza de las tarifas en el transporte público, yo pedí ir.
¿Te dieron esa responsabilidad?
Sí y allá fue otra historia.
¿Miedo?
A mi costado caían bombas lacrimógenas y perdigones.
¿Y la gente?
A principio nos quisieron atacar porque reclamaban que la prensa no informaba la verdad, pero al darse cuenta de que éramos extranjeros nos dejaron en paz.
¿En Perú has vivido cosas así?
Estuve en el desalojo de La Parada.
Esa debió ser una crónica picante.
En la segunda incursión estaba por irme y me avisan que me quede, que van a sacarlos sí o sí.
¿Avisaste que ya no era tu turno?
No. Ese día vi cómo, de un lado, venía gente con pasamontañas, atrincherados, y del otro los policías. Parecía una película.
¿Estabas con tu máscara?
No me gusta, prefiero el pañuelo y de andar tanto en este tipo de noticias ya aprendí.
¿Secretos antibombas?
Echarte vinagre en el pañuelo o agua con bicarbonato y obviamente los lentes de sol.
¿Empoderada?
He crecido en un matriarcado.
¿En serio?
Las mujeres han tenido la sartén por el mango.
¿Feminista?
Creo en la igualdad, pero sin odio gratuito a los hombres.
Vamos con las vanidades.
Mi hogar es de 3 habitaciones y uno es para mi ropa.
¿De cuántos vestidos hablamos?
Debo pasar los 100.
¿Jeans?
Solo 2.
¿Por qué?
Me gusta más la ropa formal.
¿Zapatillas?
También 2 pares, pero tacos y zapatos muchos.
¿Defecto de muchos periodistas?
Creer que lo sabemos todo.
¿Y la realidad?
Que hay especialistas en todos los temas. Zapatero a tus zapatos.
¿Full redes?
Reviso, tengo, pero no me muero por un ‘like’.
¿Un último pedido que hayas hecho en el canal?
Me he ofrecido ir a Iquitos, porque siento que hay algo más de lo que nos llega.
Bueno, toca cuidarse.
Todos los días y cumplir los protocolos.
Gracias por ser tan sincera.
A ustedes porque pensaron en mí. Un saludo a los lectores.
Fin de la conversación, un hasta luego porque así es el periodismo, tarde o temprano se vuelve al personaje. Toda porteña tiene una manera especial de manifestar las cosas y ella no es la excepción. Pero súmele a esa ‘esquina’ su capacidad. Tal como lo escribió Victoria Ocampo, escritora argentina: “No bastan la verdad, la sinceridad, la voluntad, la perseverancia, la honestidad intelectual; hace falta talento”.