Karla Tarazona sonríe y se siente feliz. Atrás quedaron los duros episodios que vivió al ser víctima de agresión física y psicológica, experiencias que la marcaron, pero que también le sivieron para dar un paso más y no repetir esas historias de dolor. Hoy, mira el futuro con esperanza y amor al lado de sus hijos y su esposo Rafael Fernández.
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Cuando Dalia Durán denunció que fue víctima de agresión física y psicológica te escuché decir: ‘Ella fue más valiente que yo...’
Siempre he dicho que siento admiración por las mujeres que logran terminar el proceso. Cuando una persona denuncia debe llegar hasta el final. Me arrepentiré toda mi vida de no haber continuado y así evitar muchas cosas, pero ver a Dalia es un ejemplo para mujeres que, como yo, no tuvimos la valentía de finalizar lo que empezamos, porque es necesario que se sancione a la persona que te hizo daño.
Sin embargo, en el camino, muchas mujeres se arrepienten y dan marcha atrás, ¿por qué?
Lo que pasa es que te sientes culpable y te dicen que eres mala porque lo denunciaste. Es ahí donde tienes que armarte de valor. Mira, yo les digo a mis hijos que cuando hacen algo incorrecto soy yo la que los sanciona, pero cuando estén grandes y cometan alguna falta serán otras personas las que los sancionen, porque si hacen algo incorrecto deben asumir las consecuencias de sus actos. No puedes apañar a un niño porque de adulto puede convertirse en un agresor, delincuente o asesino.
¿Cómo te das cuenta de que estás con un potencial agresor?
Lo que pasa es que las mujeres, cuando estamos enamoradas, confundimos mucho las cosas. Decimos: ‘Qué lindo, me llama todo el día porque me quiere, extraña’ y no es así, porque esa persona es un controlador o te alzó la voz porque se ‘pasó de tragos’, entonces lo vas ‘normalizando’ y te vas envolviendo en un ambiente donde buscas justificación a todo lo malo.
Viviste episodios duros en tu vida con tus anteriores relaciones, ¿Qué no volverías o no deben hacer otras mujeres que pasaron por lo mismo que tú?
Dejemos de ser sobreprotectoras, buenas samaritanas, pensando que con el tiempo a ese agresor lo vamos a cambiar, porque eso no va a suceder. Ojo que el querer ayudar a una persona tampoco te hace culpable de la situación, pero todo tiene un límite y pensar que si yo te doy amor, no te maltrato, no te insulto, te soy fiel, te cuido, ¿por qué me vas a retribuir todo lo contrario?
Pero eso no lo entiendes en el momento, sino cuando sales de ese mundo tóxico...
Sí, en mi caso fue así. Todos saben que mis anteriores relaciones terminaron por infidelidad y golpes.
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¿Ibas supermaquillada a ‘Risas de América’ para cubrir los moretones?
Sí, y fue una etapa muy dura para mí, porque no solo recibía el maltrato del padre de mis hijos mayores, también de algunos compañeros que se burlaban de lo que vivía, solo Mariella Zanetti, años más tarde, se disculpó conmigo y se lo agradezco. ¿Sabes por qué cubría mis golpes? Por aparentar que era fuerte y que nadie supiera el calvario que vivía con esa persona que ni su nombre vale la pena mencionar.
En esos momentos realmente estabas quebrada...
Sí, cometí muchos errores, pero siento que cada paso en falso que di fue para evolucionar y subir un escalón más, no retrocedí, no retomé la relación con alguien tóxico en mi vida. Sí, tuve mucha paciencia, pero llegué a mi límite que dije hasta aquí nomás y continué con mi vida.
Pero luego te armaste de valor y contaste todo...
Sí, cuando su expareja Viviana Montaño lo denunció y le ganó el juicio. Al verla, también conté lo que viví, porque no hacerlo me iba a convertir en cómplice de ese tipo y de sus futuras acciones. No iba a permitir que otras mujeres vivieran lo que pasé.
¿De qué te ‘curaste’?
Primero trabajé en mi autoestima, el no sentirme culpable, porque me decía ‘yo hice esto y por eso me lo merezco’, porque eso es lo que te hacen sentir, luego que sientas que dependes completamente de ellos.
¿Cuesta volver a armar el rompecabezas?
Muchísimo, es un trabajo de día a día en el que tú misma tienes que decirte lo mucho que vales, lo mucho que te quieres. Sabes, hasta me llegaron a decir: ¿Quién te va a querer con tres hijos? ¡No vales nada! Pero la motivación más grande que tuve son ellos. Mi psicóloga me dijo: Somos los espejos de los hijos, entonces si no quieres que tus hijos lloren, los maltraten o terminen acabando con sus vidas, levántate, que te vean llorar, sí, pero que también sepan que puedes salir de ese hoyo... y aquí estoy.
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Y llegó a tu vida Rafael, con quien te casaste a los cuatro meses.
Siempre me decían: ‘Debes enamorarte de alguien que no esté en el medio artístico’ y yo terca ahí, hasta que llegó Rafael a mi vida, mi mundo con él es totalmente distinto. Ninguna relación es igual, también ayuda el madurar, tengo 38 años, Rafael 44, y con la experiencia que tenemos de vida, hace que nos llevemos bien porque él tiene su forma de ser y yo la mía por todo lo que he vivido, es complicado fusionarlo, pero hay que ser humilde para aceptar que algo no está bien y ceder.
Rafael ni te alzará la voz...
No, Rafael es un amor de persona, a veces lo he sacado de quicio, pero no hemos llegado a faltarnos el respeto, nunca hay un ‘carajo’, dialogamos mucho y cuando algo no está bien esperamos a que se nos pase y luego conversamos, vamos cediendo.
Ya van a cumplir un año.
Sí, el próximo mes, el 8 de agosto, pero parece que tuviéramos veinte años juntos. Mis relaciones anteriores fueron salidas, enamoramiento, matrimonio e hijos, pero aquí fue: nos enamoramos, casamos y falta la hija, pero hay un abismo de diferencia con lo que viví anteriormente.
Todo llega a su tiempo...
Y siempre voy a decir que el tiempo da las mejores respuestas.