Como dice la canción de Palito Ortega: “La pinta es lo de menos”. Jorge Eduardo Saavedra Cachay, el popular ‘Flautín’, cómico revelación del programa ‘El reventonazo de la chola’, suele reírse a carcajadas siempre que bromean sobre su apariencia, y cómo buen chiclayano que es acostumbra a responder de manera jocosa. “Me llaman caramelín o feín”, bromea de entrada.
Aunque su trabajo sea la comicidad, este hombre nacido en el picante barrio de La Victoria, en Chiclayo, tuvo momentos de llanto. De puro dolor. A sus 42 años, ha sabido caminar entre luces y sombras. Desde dormir en la calle, vender caramelos, cruzarse con la desgracia de perder a una hija, sumergirse en malos pasos, y ser una figura en uno de los programas humorísticos más vistos de la televisión nacional ha sido una experiencia, que, hasta ahora, le cuesta digerir.
De aquel Jorge, el muchacho pícaro, que bromeaba con sus amigos y primos en su natal Chiclayo, a ser reconocido, simplemente, como ‘Flautín’, ha pasado mucho tiempo. Muchas lágrimas. Muchas sonrisas. Hoy su constancia ha sido premiada, pero, sobre todo, su fe ha sido recompensada y renovada. Conozcamos un poco más sobre la vida del buen Jorge.
‘Flautín’, la gente te vacila mucho, ¿no?
La gente me dice que me parezco a Ricardo Montaner y Chayanne. La gente, es la muerte. Hasta los niños me quedan mirando, y me preguntan: “¿Señor, usted sale en Internet?”. Sí, hijo, respondo. “Ah, usted es del juego plantas vs. Zombies”, me dicen.
¿Qué más te dicen?
Me paran cambiando de nombre, me llaman: Tribilín, Plin plin, Caramelín o Feín.
A todo esto, ¿cuánto pesas?
La otra vez me subí a una balanza, y la aguja no se me movía. Hasta dónde seré de flaco, que pisé una cucaracha y me llevó como scooter. Estaré pesando 50 o 51 kilos, mi contextura siempre ha sido delgada, de ahí el nombre de flauta, flautín.
¿Pero tienes buen apetito?
Yo no como, yo trago. A mí me da hambre en la madrugada. En los desayunos, no soy de tomar quaker y pan con palta, a mí me das mi seco de pollo y un tazón de quaker. Mis desayunos parecen almuerzos.
Ahora, cuéntame sobre ti, ¿dónde naciste?
Yo soy natural de Chiclayo, del barrio de La Victoria, provinciano a mucha honra. Chiclayo, cuna de artistas.
¿A qué edad llegas a Lima?
Tenía 19 años cuando llegué a la capital, buscando un futuro mejor para mí y mi familia. Llegué a mi barrio del distrito de San Martín de Porres, donde me acogieron ‘de la refurinfunflay’.
¿Te costó adaptarte a la capital?
Fue un cambio duro. En la capital, la vida es muy rápida y saturada. Me chocó mucho porque en Chiclayo dejé a familia, mi madre y mis hermanas. La capital me ha cambiado la vida. Me golpeó bastante la calle. Aprendí lo bueno y lo malo. En la calle, aprendes todo eso: Tú decides si vas por lo bueno o lo malo. En resumen, la calle te enseña a valorar las cosas.
¿Qué fue lo más difícil, en esa etapa de tu vida?
No tenía donde dormir, pero acá, en mi barrio, existe un señor que lo llaman el ‘Tío bomba’, él me dejaba dormir en los carros que estaban estacionados en la calle. Dormía en un carro, combi o mototaxi. Recuerdo que me levantaba en la madrugada, para que me cambiara de carro porque el dueño estaba por llegar, y así estaba: de carro en carro. Así estuve como cuatro o cinco años durmiendo en los carros, y también en los parques.
¿Cuáles fueron tus primeros trabajos en Lima?
Me puse a vender caramelos en las calles, me pintaba la cara de payaso o me vestía de mujer para vender turrones o caramelos. He sido cobrador de combi, lustrador de zapatos y he vendido verdura picada en los mercados.
Pocos saben que tu hermano es el cómico ‘Puchito’ y tu tío es el popular Cachay, ¿ellos no te ayudaron?
Puchito y Cachay vivían por el barrio, ellos son mis hermanos. Pero no me gusta incomodar a nadie. Siempre he sido buen campesino, he andado con mi pico y mi lampa, he arado mi tierra, y ahora estoy sembrando y con el tiempo voy a cosechar. Ahora estoy cosechando.
En algún momento, ¿pensaste volver a Chiclayo?
Regresar a Chiclayo era volver a lo mismo, yo decía: “Pero si ya estoy acá”. Recuerdo que, en ese tiempo, en el norte, nosotros con S/ 1.20 sacábamos para seis menús en los comedores populares y con S/ 1.70 comían mis cuatro hermanos y yo. “De acá, puede mandarles algo a mi familia”, decía yo. Si volvía a Chiclayo, creo que no hubiera sido el ‘Flautín’ que ahora soy, hubiese sido, quizá, uno más del montón de mi familia, porque también tengo familia que es inquieta. Gracias a la orientación y los consejos de mi tío Cachay, que siempre me decía: “¡Tú tienes talento!, tienes que aprender lo bueno, hermano”.
Cuéntanos sobre tu familia…
Yo he tenido familia inquieta, como toda familia que tiene sus ovejas negras. Era difícil tener amistades en Chiclayo por qué mi familia era, pero uff. Imagínate, no podía tener enamorada y no por que sea feo, sino que mi familia era terrible. Te acercabas a una chica, y preguntaba: ¿Cuál es tu familia? Yo decía Cachay, y ella respondía: Ay, no. Los Cachay éramos mal vistos. Pero cuando mi tío Cachay ingresa a la televisión, Cachay cambia el apellido de la familia, y ya no nos miraban como malos, sino cómo artistas.
Vivir en la calle es sumamente peligroso, ¿no?
Sí, he conocido de todo. En la calle, conoces de todo. He andado con los verdaderos pirañitas de la plaza San Martín, ellos jalaban su terokal y todo. Pero al que no le gusta aprender lo malo, no le gusta. Recuerdo que ellos hacían sus cosas, iban a robar y yo paraba con ellos. Pero yo jamás opté por hacerle daño a la gente. Jamás arranché una cartera, jamás me llevé un celular, jamás me llevé una gorra por qué, en ese tiempo, hasta las gorras te robaban.
¿Y esos pirañitas nunca te dijeron para robar?
Siempre me decían: “Oye, eso está mal puesto, hay que llevarlo”. “No, causa”, respondía. A mí, me temblaban las piernas. No nací para eso. Yo veía que ellos que corrían, y me quedaba de pie. La gente me decía: “¡Tú estás con ellos!”. Sí, señor, pero yo no he robado, respondía.
¿Nunca fuiste detenido?
Nunca llegué a estar en una comisaria. Nunca tuve problemas con la policía ni con la justicia. Yo me alejé de esas amistades por mi madre.
Háblame sobre tu mamá
Mi madre vendía caramelos, y yo no quería que ella salga a vender. Mi mamá es una mujer luchadora y eso me empujaba hacer las cosas. Mi madre me decía: “Hijo, cuando quieres algo, pide. No se agarra, papá; eso no es tuyo”. Siempre nos inculcaba lo bueno.
Por esas cosas de la vida, ¿llegaste a andar por el mal camino?
De viejo, aprendí lo malo. Consumir estupefacientes, tonteras. Para mí, son tonterías que cometí cuando era chibolo.
¿Cuál fue el golpe más duro de tu vida?
Perder a mi hija, se me murió. Me metí al alcohol. No conocía la luz del día; para mí, todo era oscuridad y fue un golpe muy grande para mí. Llegué a pisar fondo, comía de la calle. Andaba con zapatos rotos y un solo pantalón, estaba cochino. No existía el día para mí, para mí todo era oscuridad. Trabajaba para comer, tomar y hacer mis tonterías. Estuvo casi dos años en la vida mala, después me di cuenta que estaba equivocado y Dios sabe porque hace las cosas, empecé a escuchar a los hermanos que vienen hablar de Dios.
¿Qué le pasó a tu pequeña?
Mi niña estuvo tres meses en el hospital. Ella había respirado líquido amniótico. El doctor me dijo: “Mira, hijo, si tu niña vive; vas a tener que cargar una gran cruz porque los niños que respiran ese líquido nacen con complicaciones y problemas”. Yo le respondí: “Padre, lo que Dios mande”.
¿Cómo te enteraste de su muerte?
Me acuerdo muy bien, yo regresa de un show infantil y no me dejaban pasar al hospital. Me decían que espere al doctor. Ya sabía lo que se me venía, y el doctor me dice: “Hijo, tú eres payasito, eres muy bueno con la gente, pero tu niña ya no está más con nosotros, ella acaba de fallecer”. Se me vino todo el mundo, no creía en nadie. Lo mandé a la eme al doctor, pateé las cosas. El hospital no me quería entregar el cadáver de mi hija, y una señora de Comas que tenía contactos en la municipalidad de Comas, a través del alcalde, de ese tiempo, me regalaron un nicho.
Imagino el duro momento qué pasaste
Perdí todo sentido. Quería volver a Chiclayo para hacer mis estupideces de nuevo. Y volver al mundo donde yo estaba antes, a hacer lo que hacían mis primos que estaban en su mundo. Quería regresar a hacer lo mismo, pero yo me cuestionaba: “Señor, si estoy haciendo bien las cosas, ¿por qué a mí?”. Pude entender con el tiempo, de que Dios sabe porque hace las cosas, de repente no tenía la estabilidad de vida para darle tranquilidad a mi hija, de repente no era el momento para tener un angelito. Pero hoy, sí tengo una niña de siete años que se llama Sami Valentina, que es mi adoración. Recuerdo cuando ella nació, le dije al Señor: “Padre, está es tu niña, no la mía. Te la regalo como un cordero de Dios para ti”. Y mi niña, hasta el día de hoy, no se me ha enfermado con la bendición de Dios
¿Cómo intentaste superar tan difícil momento?
Tuve que llevar terapia psicológica, tenía miedo de volver a tener hijos. Sentía que se me iban a morir, es algo que se te mete en la mente. Estuve un año de tratamiento.
Cuéntame sobre tu paso del teatro de la calle a la televisión…
Es una historia larga, pero te la resumo. Yo trabajaba en los mercados con mi amigo ‘Pañalito’, que en paz descanse. Hacíamos buena dupla porque la gente se reía con nosotros, hasta los policías.
¿Cómo?
Recuerdo que había un policía que me decía: “Oye flaco, te felicito. Voy a poner un patrullero para que trabajes tranquilo. Yo prefiero que la juventud esté trabajando, a que esté robando”.
Es ahí que saltas a la televisión, ¿no?
Trabajaba como cómico ambulante, y a raíz de eso es que llega mi primer programa cómico ‘Por Humor al Perú’, donde trabajé con el señor Alfredo rojas y el señor Alfredo Benavides. Llegué hacer mi primer personaje ‘paletazo’ de los hermanos Barbarán con la clásica frase: “Paletazos, actívense en forma de pato: Cua. Repaletazo, super archi Kame Hame Ha paletazo”.
Cuéntame más…
Estuve trabajando un año gratis, pagando mi derecho de piso. No tenía sueldo. El tío Manolo Rojas me decía: “La televisión es así, toma para tu comida y me daba 100 luquitas de propina”. Otra persona que también me ayudó era mi tío Melcocha, él siempre preguntaba: “¿Ya te están pagando?” Decía que no, y él respondía: “Así son estos, son unas basuuuras”. Él siempre sacó cara por mí: “Sobrino, ellos creen porque somos feítos, somos brutitos”, me decía. Luego, se quejaba: “¡Páguenle al muchacho, no le estén explotando!”. Toma sobrino, y aquí tienes una propina.
¿Recuerdas alguna anécdota de esa etapa?
Recuerdo cuando se iban a comer todos, yo almorzaba dos panes, un plátano y una gaseosa, ellos comían su menú, y luego me preguntaban: “¿Ya comiste?” Siempre contestaba que sí. Pagué mi derecho de piso, no tenía sueldo, pero aprendí que la televisión es así.
Ahora estas en el programa ‘El reventonazo de la chola’
Yo estoy muy agradecido por la oportunidad que me ha dado América Televisión, el señor Ernesto Pimentel y el señor Julio Zevallos. Especialmente, el señor Pimentel, él me ha formado, me ha pulido. Es una buenísima persona, he llevado clases de impro, y él ha pagado todo; y no solo yo, sino también a los de producción que quieran aprender. Involucra a todos, es un fuera de serie.
¿Cómo llegas a trabajar en la ‘Chola Chabuca’?
Yo tenía un grupo que se llamaba “Los herederos de la risa” en la alameda Chabuca Granda; estaban Jefferson y Kevin, los hijos del cómico “Petete”, y yo. En YouTube, nuestros videos tenían millones de vistas y seguidores en cantidad. En eso, el señor Manolo Rojas le dice al señor Ernesto: “Tengo un flaco que es la muerte. Búscalo, se llama ‘Flautín’. Trabaja en las calles”. Entonces, el señor Ernesto, mira los videos y me invita al canal cuatro. Recuerdo que ese día me recibió el señor Julio Zeballos y pasé el casting. Fui a grabar, la primera vez, y la siguiente semana no me llamaron. Entonces se comunicaron de producción, y preguntaron dónde estaba, contesté que nadie me avisó y me pagaron un taxi porque me iban a esperar para grabar.
Fue como un sueño…
Sí, estaba en Pachacamac. Encontré mi camerino, y en la puerta decía: ‘Flautín’. “Ah, la cosa es seria”, pensé. Me crucé con el señor Ernesto Pimentel, y me felicitó, luego preguntó si me habían pagado, contesté que no. “Eso no puede ser posible, ven mañana a recursos humanos para que firmes tu contrato”, me dijo y me entregó 500 soles: “Para que vayas a comer. Mañana va a cambiar tu vida”, señaló. Desde, entonces, han pasado siete años que trabajo con el señor Ernesto Pimentel.
Tu historia es la historia de muchos peruanos que superan la adversidad y salen adelante
Gracias al público, he llegado a la televisión y gracias a ustedes me van a botar de la televisión, sino prenden la televisión y no dan rating. Y solamente decirle a la juventud: “Que los sueños se consiguen, si tú lo sigues de corazón. Yo soñaba con trabaja en la televisión, y lo he logrado. Yo soñaba trabajar circo y estoy en el circo más grande del mundo, y lo he logrado. Soñé con ser una persona importante, y hoy por hoy, para mi familia soy importante. Pero antes que me olvide…
¿Qué?
Dios me lo bendiga, cuídense porque está volviendo abrir las pandemias de los virus. Ya hemos tenido la gripe aviar del pollo, la gripe porcina del chancho, la del murciélago del Covid y hemos tenido la del mono, pero este año se viene el virus del burro, y nos mata a todos: ay, ¡qué dolor!
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